domingo, 14 de junio de 2015

Entremeses variados

Por Francisco Rico


Fuente: El País 

 4 de Junio de 2015



Quienes no hayan podido disfrutar los Entremeses de Cervantes que el Teatro de La Abadía lleva unos meses paseando triunfal de Sevilla a Granada, de Washington a Budapest, tienen todavía (hasta el 7 de junio) la oportunidad de hacerlo en el Romea de Barcelona. No pocos de quienes en Madrid aplaudieron el nuevo montaje de José Luis Gómez se han procurado ya en la Feria del Libro la exhaustiva edición del texto íntegro que la Real Academia Española ha publicado como primera entrega de las obras completas del autor. Por uno y otro camino, los Entremeses siguen mostrando su perpetua vigencia.

En el programa de mano de La Abadía, Juan Goytisolo llama a esas piececillas “plantas de apariencia minúscula, que reproducen genialmente en miniatura la belleza del árbol y la airosidad de su copa”. Concuerdo, ahí, y doy un ejemplo. El tema de la casada joven que de un modo o de otro se ve aguijoneada al adulterio vuelve más de una vez en la pluma de don Miguel (démosle ya el tratamiento que su época le negaba). En primer término en El curioso impertinente intercalado en el Quijote y en la novela ejemplar de El celoso extremeño, cuyo argumento y personajes son los mismos que en el entremés de El viejo celoso, ahora tan gallardamente vuelto a los escenarios.

Oigamos en este el diálogo de la esposa insatisfecha a quien se le pone a tiro un buen mozo: “¿Y la honra, sobrina?”. “¿Y el holgarnos, tía?”. “¿Y si se sabe?”. “¿Y si no se sabe...?”. Al fondo están todos los vericuetos psicológicos magistralmente pintados en el Curioso y todos los sabrosos enredos del Celoso; pero están implícitos, en un par de frases de tan absoluta naturalidad como ricas de gracia y malicia.

Cabe darle la vuelta al planteamiento. En los entremeses está todo Cervantes, pero todo Cervantes rebosa de entremeses. El teatro, por supuesto, abunda en interludios que podrían serlo, y otro tanto ocurre con La gitanilla y con la mayor parte de Rinconete y Cortadillo. Como era de esperar, los mejores están en el Quijote. Los hay en él de trazo gordo, de slaspstick, o sea, garrotazo y tente tieso, como se preferían en los corrales. Así cuando don Quijote le da al cabrero con un pan “en todo el rostro” y el atacado replica asiéndole del cuello y “no dudara en ahogarle” si Sancho no le tomara por las espaldas y “diera con él encima de la mesa, quebrando platos, rompiendo tazas y esparciendo cuanto en ella estaba” (I, 52).

Pero asimismo los hay de una finura y elegancia soberanas. El mejor de todos (y uno de los nudos de la obra, mayormente en el borrador que no llegó a imprimirse) se representa en la venta de Palomeque (I, 44-45). El barbero exige que se le devuelva la famosa bacía de la que Sancho le desposeyó y que don Quijote toma por el yelmo de Mambrino. Protesta el rapabarbas de que no es tal, sino bacía, y don Quijote y todos los suyos, perfectamente serios, porfían que es yelmo (Sancho, por no mojarse, que no por filosofar con Ortega, lo llama una vez “baciyelmo”.) Maese Nicolás, que es del oficio y ha sido soldado, certifica incluso que la bacía “está tan lejos de serlo como está lejos lo blanco de lo negro”. Imposible resumir la maravillosa comicidad del episodio. Nada suple leerlo y comprobar cómo en manos de Cervantes el más humilde de los géneros teatrales fecunda la mejor novela de todos los tiempos.




Francisco Rico (Barcelona 1942)
Filólogo y académico de la Real Academia de la Lengua Española


Vidas rotas


Vidas rotas 
La historia de los hombres, las mujeres y los niños víctimas de ETA

Rogelio Alonso, Florencio Domínguez y Marcos García Rey
ESPASA

------------------------------

Pardines, el primer guardia civil asesinado por ETA
Por Pedro Fernández Barbadillo


Fuente: Libertad Digital
13/6/2015



Hasta que en 2000, pocos meses antes de ser asesinado por un comando etarra, Ernst Lluch difundió que en 1960 ETA había asesinado en San Sebastián mediante una bomba colocada en la consigna de la estación de Amara a la niña Begoña Urroz, se consideraba como primer asesinato perpetrado por los etarras la muerte a tiros del guardia civil de Tráfico José Pardines Arcay, el 7 de junio de 1968.

Su asesino fue Javier (Txabi) Echebarrieta Ortiz, un joven universitario bilbaíno que se había convertido en uno de los dirigentes de la entonces minúscula ETA, un grupo además escindido entre obreristas (marxistas revolucionarios) y nacionalistas vascos.

Como narra el libro Vidas rotas. Historia de los hombres, mujeres y niños víctimas de ETA, escrito por Rogelio Alonso, Florencio Domínguez y Marcos García Rey, el crimen ocurrió por simple casualidad.

Echebarrieta, que escribía así su apellido, y otro etarra, Antón Sarasqueta, que estaban planeando un atentado contra Melitón Manzanas, jefe de la Brigada de Investigación Social (policía política) de San Sebastián, viajaban en un coche Seat 850 con matrícula de Zaragoza por la N-I. Ambos iban armados con pistolas y en Villabona (Guipúzcoa) toparon con unas obras en la carretera.

“Si lo descubre le mato”

Separados por dos kilómetros, los dos miembros de una patrulla de la Guardia Civil de Tráfico estaban en los extremos de la obra: José Pardines, nacido en 1943, gallego y soltero, hijo y nieto de guardias civiles, y Félix de Diego Martínez, burgalés casado y ya padre.

Pardines encontró algo sospechoso en el automóvil o en sus pasajeros, porque les pidió la documentación y fue a la parte trasera para comprobar el número del bastidor. Entonces, Echebarrieta se bajó del coche y le mató.

Después de matar a Pardines, los etarras huyeron. Un camionero avisó a De Diego de que su compañero yacía en la carretera. El guardia corrió en su busca y encontró a Pardines muerto; también dio la alarma. La Guardia Civil desplegó varios controles y patrullas por la comarca. El coche de Echebarrieta y Sarasqueta fue parado y en el registro el primero se revolvió y trató de sacar su pistola; los guardias le dispararon y le mataron.

La versión difundida por los etarras y sus compañeros de viajenacionalistas fue que el asesino se adelantó al guardia y tuvo más puntería. Después, las fuerzas represoras le asesinaron fríamente. ETA ya tenía un mártir y el régimen franquista, que como la mayoría de los Gobiernos europeos de la época no sabía cómo enfrentarse al terrorismo, cayó en la estrategia de los terroristas de acción-reacción que alimentaba el victimismo abertzale: proclamación del estado de excepción y paso de estos delitos a la jurisdicción militar.

Sarasqueta fue primero condenado a muerte y luego indultado y rebajada su pena a cadena perpetua. En 1977 se benefició de la amnistía aprobada por las Cortes.

Al mes siguiente, el 2 de agosto, ETA perpetró el asesinato de Manzanas.

Como el nazi que dispara al judío

La periodista Lourdes Garzón entrevistó en 1998 a Antón Sarasqueta, compañero de Echebarrieta, que despojó al asesino de la farfolla con que en los 30 años anteriores lo cubrieron todos los nacionalistas vascos.

Supongo que se dio cuenta de que la matrícula era falsa. Por lo menos, sospechó. Nos pidió la documentación y dio la vuelta al coche para comprobar si coincidía con los números del motor. Txabime dijo: “Si lo descubre, le mato”. “No hace falta, contesté yo, lo desarmamos y nos vamos”. “No, si lo descubre le mato”. Salimos del coche. El guardia civil nos daba la espalda, de cuclillas mirando el motor en la parte de detrás. Sin volverse empezó a hablar. “Esto no coincide…”. Txabi sacó la pistola y le disparó en ese momento. Cayó boca arriba. Txabi volvió a dispararle tres o cuatro tiros más en el pecho. Había tomado centraminas y quizá eso influyó. En cualquier caso fue un día aciago. Un error. Como otros muchos en estos 20 años. Era un guardia civil anónimo, un pobre chaval. No había ninguna necesidad de que aquel hombre muriera.

Ante el nuevo relato del único testigo directo, Jon Juaristi escribió (Sacra Némesis):

No fue un enfrentamiento, no fue la heroica lucha de un guerrillero contra un enemigo prevenido, sino un asesinato, como el del nazi que dispara sobre la nuca del judío arrodillado junto a una zanja en los bosques de Lituania, o sobre las del rehén en las Fosas Ardeatinas.

Sin embargo, la mentira permanece porque es necesaria para el mito. El diario Gara publicó el 7 de junio de 2008 un relato del asesinato en el que aparecen estas frases, como si relatasen un duelo del Far-West en igualdad de condiciones:

Pardines intenta sacar su arma, pero Etxebarrieta dispara primero. El guardia civil cae muerto.

En El Mundo también se publicó una entrevista al único hermano superviviente de Pardines, Manuel, que fue alcalde de Malpica, donde Antonio, que era el mayor de los tres, tiene desde 1969 una calle que le recuerda.

A los 18 años, cuando además has perdido a tu madre, un hermano mayor lo es todo. Venía a vernos cuando tenía permiso, me llevaba a dar una vuelta, y me daba dinero, porque él era entonces el único que lo ganaba. Si hasta pensé en hacerme yo también guardia civil. Me lo quitaron de la cabeza entre todos, porque como él trabajaba, los pequeños podíamos estudiar. Después de su muerte, recuerdo unos meses de odio terrible. Luego recapacitas y te das cuenta de que el odio no es la solución. Te queda el dolor, claro. En esa época toda era distinto. Pasamos tres o cuatro años de luto, sin salir casi a la calle.

Llamo la atención sobre la renuncia al odio que hace Manuel Pardines, frente a tanto opinador de izquierdas que sostiene que los deseos de las víctimas de ETA de que los terroristas cumplan sus penas es venganza.

Un fraile mató al compañero de Pardines

Félix de Diego también fue asesinado por ETA. El 4 de julio de 1974 cayó por un desnivel de sesenta metros de profundidad en el Alto de Echegárate y se le dio de baja del servicio. Entonces pasó a trabajar en el bar Herrería, propiedad de la familia de su mujer en Irún. Además, sufría un cáncer de riñón.

El 31 de enero de 1979 dos etarras, Fernando Arburúa y Manuel María Ostolaza, entraron en el bar y les dispararon en presencia de su mujer. De Diego recibió tres disparos de bala y falleció. Tenía 47 años de edad y dejó cinco hijos de entre cinco y once años. Sus asesinos fueron detenidos y condenados.

Arburua, que era fraile capuchino cuando se unió a ETA, cumplió 23 años de cárcel y salió libre en 2004. La Policía le detuvo en su convento en San Sebastián. Ostolaza cumplió 18 años de cárcel y recobró la libertad en 1999.

El filósofo Aurelio Arteta declaró en una entrevista (ABC, 3-3-2007), cuya cita se recoge también en Vidas rotas:

Lo que más temo del fin de ETA, cuando venga, es que triunfe la simplona y cómoda creencia de que sin atentados ya todo es admisible. Es decir, que lo único malo de este horror han sido los medios terroristas, pero no los fines nacionalistas.

En eso está el nacionalismo, con sus equidistancias, su violencia y sus perdones.



Los partidos irrelevantes

Por Santiago González 

Fuente: El mundo 

14/6/2015



Explicábamos que los socialistas vascos habían contribuido a desalojar al alcalde popular (30% de los votos) para sustituirlo por el del PNV (12%), con la ayuda de EH Bildu. Recordarán que en Andoain fueron asesinados en 21 meses López de la Calle y Joseba Pagaza, sin que el nacionalismo gobernante ni el socialismo opositor se dieran por aludidos. Como decía Pilar Ruiz a los compañeros de su hijo asesinado: «Haréis y diréis más cosas que me helarán la sangre». Joseba Arregi, un local eximio, explicaba cómo pretendía gobernar su partido: no sólo como si ETA no existiera. Como si nunca hubiera existido.

En Vitoria, mientras, los socialistas demostraban su irrelevancia. Explicaban gentes muy cualificadas del PSE que la posibilidad de apoyar a Urtaran, junto a EH Bildu, les producía la incomodidad de las famosas líneas rojas del pobre Sánchez: no pactaremos ni con el PP ni con Bildu, una de las equiparaciones más infames que se recuerdan; nosotros somos ecuánimes, no estamos con las víctimas ni con los verdugos. Pero además, era mentira. Estaban dispuestos a votar con Bildu para despojar al PP del primer puesto que le habían asignado los votantes.

Tuvo que manifestarse el desdén nacionalista en todo su esplendor y uno de sus concejales en Andoain se abstuvo para que la batasuna Ane Karrere siga ejerciendo cuatro años más la alcaldía del pueblo en el que sus conmilitones asesinaron a Joseba Pagaza. Esto, a pesar de las admoniciones de la madre de la víctima, era demasiado incluso para los socialistas vascos, razón por la cual hicieron saber a los peneuvistas que su acuerdo para Vitoria quedaba roto y que sus concejales vitorianos votarían en blanco, rompiendo la mayoría absoluta que configuraban EH Bildu, PNV y PSE, y permitiendo la elección del cabeza de la lista más votada, el popularMaroto.

Hace unos años, al ser destituido del Gobierno vasco Javi Madrazo, el tenaz soporte de izquierdas de Ibarretxe, o como él gustaba de titularse «el rojo brazo del Gobierno vasco», un habitual de mi blog que firmaba como Belisario, escribió un epitafio ejemplar: «Sic transit gloria mindundi». Nadie sospechó la posibilidad de que andando el tiempo, IU se quedara un par de escalones por debajo del nivel en que la había dejado Javi Madrazo en valores morales.

Pero así ocurrió. Irabazi, coalición que reúne a Izquierda Unida y Equo, que iba a votar a su propio candidato, cambió de posición, y apoyó con el voto de su único concejal la candidatura del peneuvista Urtaran. Los votos de Bildu, junto a los de Podemos, el PNV e Irabazi, suman la mayoría absoluta. El PSE es más irrelevante que IU pese a cuadruplicarles en concejales en Vitoria, donde ETA asesinó a Buesa y se ha dejado arrebatar por Bildu y el PNV la alcaldía en Andoain, donde ETA asesinó a Pagaza. Cuando sepa esto Ángeles Pedraza, no sé yo si va a seguir considerando que el discurso de Urkullu «supone un antes y un después» o es que el después se parece mucho al antes. Y no digo nada cuando se entere Sánchez.



Santiago González

Estupidez

Por Jon Juaristi

Fuente: ABC

14/6/2015



No es la coalición republicana del 31 ni el frente popular del 36. No se trata de exagerar, pero, diga lo que diga Felipe González, esto de los pactos de las izquierdas tiene toda la pinta de una voladura vergonzante del régimen. A los socialistas les pierde su incapacidad de administrarse el resentimiento. Acaban jorobándolo todo por puro rencor. Hay otra palabra que cuadra mejor a esa manía recurrente y destructiva: estupidez. Según el historiador Carlo Cipolla, la estupidez consiste en hacer daño a tu enemigo en todas las formas posibles, incluso en aquellas que acabarán haciéndote más daño que a él. Es una pena, porque los socialistas españoles no necesitarían leer a Cipolla para cambiar su destino. Bastaría con que se tomaran en serio de una vez su propia historia.

Comprendo el mosqueo del ministro de Sanidad, antiguo alcalde de Vitoria, ante el anuncio del, por fortuna para todos (y no en menor medida para los propios socialistas), no consumado acuerdo del PSEEE con Bildu y con el PNV para arrebatar al PP la capital alavesa. A pequeña escala, habría supuesto una reedición del pacto de Estella, pero con los socialistas dentro. Digo «a pequeña escala» sin que la pequeñez suponga un atenuante. Me refiero al ámbito territorial del acuerdo, no a su cualificación moral. Y lo de la pequeñez es relativo, siendo Vitoria una de las ciudades mayores de Euskadi y la sede de su gobierno, aunque un contubernio de los socialistas con la izquierda abertzale habría resultado igualmente dañino para la democracia en la última pedanía de las Encartaciones.

Pero, ¿por qué no iban a pactar con Bildu?, se preguntan todavía algunos socialistas vascos. ¿Acaso el PNV no pacta también con Bildu? En efecto, el PNV jamás ha tenido escrúpulos para pactar con la izquierda abertzale, pero el PNV no cree deber lealtad alguna a una constitución que considera que les fue impuesta a los vascos, o sea, a los nacionalistas vascos. Exactamente como Bildu; es decir, como Sortu (o sea, como la izquierda abertzale de toda la vida, brazo político de ETA).

El PSE es un partido constitucionalista. Todavía lo es, porque no ha cruzado la línea roja en Vitoria, donde finalmente gobernará el PNV. El PSE ha evitado, a última hora, el suicidio moral que habría supuesto suscribir una réplica municipal del frente de Estella junto a los amigos de los asesinos de Enrique Casas, Fernando Múgica, Fernando Buesa o Ismael Carrasco, entre otros muchos socialistas vascos. Pero es que la posibilidad de hacerlo no tenía siquiera que haberse planteado. Les habría sido suficiente recordar cómo, en 1998 y 1999, cuando el PNV e Izquierda Unida, junto a los partidos que hoy componen Bildu, avalaban la tregua-trampa de ETA, el Partido Socialista de Euskadi-Euskadiko Ezkerra, con Nicolás Redondo Terreros a la cabeza, estuvo donde debía estar, defendiendo la constitución, como reza el himno de Riego (que no era, por cierto, un bolivariano, sino un liberal monárquico, de los del año doce).

¿Tanto les cuesta recordar estas cosas a los socialistas de Pedro Sánchez? ¿Tienen que bordear necesariamente todas las sentinas que se encuentran en el camino, cayendo en las que les parecen menos hondas? Porque es cierto que Podemos, aunque financiado por el chavismo y por Irán, no es un grupo terrorista (por más que le busque justificaciones a ETA). Pero es un partido antidemocrático, un partido-movimiento y antisistema. Y, por supuesto, un partido anticonstitucional. Que los Felipe González, Joaquín Leguina o Tomás Gómez tengan que recordárselo a los Sánchez y Carmona, a estas alturas, resulta patético.


Jon Juaristi (Bilbao, 1951)
Poeta, novelista, ensayista y traductor español en euskera y castellano