lunes, 23 de febrero de 2015

Vamos a hablar (bien) de los maestros

Por Félix de Azúa

Fuente: El Boomeran(g) 


26/10/2009


Desde que apareció en el cosmos ese mamífero llamado "humano" fue palmario que siempre actuaba deslumbrado por algún individuo al que consideraba superior, es decir, ejemplar. Al principio era el más sano, fuerte o astuto, aunque pronto esas cualidades admirables no bastaron y los humanos admiraron a los nacidos bajo la luna de enero, a los canijos herederos de un forzudo, o a quienes decían que por su boca hablaba una divinidad.

    La historia de los Humanos Ejemplares es disparatada y muestra el desequilibrio mental de la especie, pero con el fin de la aristocracia el asunto se puso aún más feo. Para un campesino del año 1760, vidas ejemplares eran la del marqués, la del santo del pueblo y la de la señorita Adelina, hija del hacendado. La vida ejemplar estaba dirigida por el honor, el coraje, la bondad, el sacrificio del cuerpo por el bien del alma, o la belleza, que era un don divino. Para un ciudadano de 1860 esas virtudes provocaban a risa. Ahora el ciudadano ejemplar era nada menos que el más rico de la ciudad. Ni el santo, ni el héroe, ni el monje, ni el guerrero, ni el mártir, ni siquiera la virgen. Sólo el millonario. Admitirlo costó dos siglos.

    Nosotros, que lo tenemos asumido y sabemos que humanos ejemplares son ahora futbolistas, modelos de lencería, o formidables divorciadas de futbolista o de otro divorciado, seguimos impertérritos manteniendo al Maestro como último refugio de la moralidad. En efecto, durante el siglo XIX hubo que buscar a toda prisa un modelo moral que sustituyera al santo, al mártir y a la virgen. No habiendo nada mejor, se fundó el modelo del Artista. Si era santo era un Maestro, si era mártir era un Maldito, y si era virgen allá ella. El maestro ha durado hasta nuestros días aunque está casi desaparecido. El maldito se mantiene gracias al rock, al punk y al rap. Vírgenes no hay, pero si una empresa de publicidad las pone en marcha tendrá un éxito loco. Una notable cantidad de jóvenes está esperando a que la virginidad gane prestigio para ahorrarse quebraderos de cabeza anímicos y físicos.

    A la gente de mi edad aún le fue dado conocer el modelo moral del maestro. En mi caso, literario, una institución que había comenzado dos siglos atrás cuando los devotos se acercaban a la casa de Goethe con el fin de verle en gorro de dormir. Todavía ahora se califica de "maestro" a algún que otro escritor, pero sabemos que es como hinchas en taberna, que se dan sonoros espaldarazos al grito de: "¡Maestrooo!".

    Quienes hemos conocido aquella apacible sociedad que aprobaba la visita al maestro -un suceso que luego se contaba a los amigos, familiares, contertulios, viajeros de RENFE, y colegas de oficina, hasta hartarlos-, recordamos lo dificilísimo que es hablar (bien) del maestro. Aún ahora, cuando se hojea un testimonio cegado de amor por un escritor portugués, una dramaturga libanesa, un autor de novelas de policías o un prohombre, no es raro deducir que aunque el enamorado ha querido poner las más bellas flores en el altar del ídolo, lo que ha conseguido es que le odiemos. A él por bobo y al maestro por tolerar semejante discípulo. Quien haya leído dos páginas (más es imposible) del libro de Suso de Toro sobre Zapatero comprende lo que digo.

    Me asalta tan amarga reflexión tras la lectura de los "Recuerdos de Tolstói, Chéjov y Andréiev" que escribió Maxim Gorki y acaba de editar Nortesur. Aunque ya casi nadie lee a Gorki, fue éste un escritor tan admirado en su tiempo como pueda serlo hoy García Márquez, y de similar temple moral. El pobre Gorki adoraba a Tolstói y compartió con él muchos días del último tramo del maestro, cuando se retiró a su finca (Yásnaia Poliana) con el fin de practicar un humanismo cristiano-budista basado en la exaltación del labriego, el régimen vegetariano, la humildad, la misericordia, la sencillez y la solidaridad, todo un programa. Al parecer, se zurcía él mismo los apestosos calcetines. No fue la etapa más interesante del conde ya que, entre otras cosas, abominaba de la literatura y del arte en general por considerarlos alejados del amor de Dios y pecaminosos, pero parece que en la finca no faltaba el recreo ya que no había día en que no brotara un adorador balbuciente ante el maestro. Es conocida la visita de Rilke, acompañado por Lou Andreas Salomé, y el horror del maestro que los espiaba por una mirilla del portón mientras bailaban sobre la nieve con pierna de jota en plan Isadora Duncan.

    Se enfrenta Gorki al problema de cómo hablar del maestro. ¿Digo la verdad, o digo lo que conviene a su gloria eterna? Sin duda Gorki, un socialista rudimentario, eligió lo segundo. De manera que el conde Tolstói aparece como un majadero que no cesa de decir sandeces sobre El Campesino Ruso y La Mujer Rusa, se rodea de amigos idiotas porque admira su "simplicidad", y condena la literatura como cosa satánica. Y eso se lo dice a Gorki, que no dejó de escribir ni en el lecho de muerte. No merecía tanta admiración, el conde, o por lo menos una admiración cocida en olla tan grosera.

    A la vista de estos recuerdos uno se pregunta si no será una bendición que ya nadie tenga maestros, que sólo queden malditos (a quienes puedes saludar si tienes mil millones de euros), y que los y las vírgenes estén aún por estrenar.


Maxim Gorky (1868 - 1936)
Escritor y político ruso, identificado
 con  el movimiento revolucionario soviético

miércoles, 18 de febrero de 2015

El nuevo holocausto

Por Luis Ventoso

Fuente: ABC


18/2/2015

· El exterminio de cristianos no provoca emotivas marchas de líderes occidentales

EL mes pasado, tres fanáticos sanguinarios, tres resentidos de los suburbios franceses abducidos por el wahabismo, acribillaron en el centro de París a diez periodistas, tres policías y cuatro clientes de un supermercado judío. Una barbaridad así produjo un shock mundial. Francia recibió la solidaridad más afectuosa. La libertad de expresión fue defendida como un valor irrenunciable. Esa misma semana, la jefa Merkel, Renzi, Rajoy, Cameron… viajaron con urgencia a París para encabezar junto a Hollande una enorme manifestación. Aquellos días todos éramos Charlie (o eso se decía) y parecía que Europa asumía por fin que aloja un tumor en su seno.

Tal conmoción es lógica, lo mismo que la que se ha producido tras los ataques del pistolero desequilibrado de Dinamarca. Además resulta imprescindible condenar con toda la energía el retorno del antisemitismo –si es que esa vileza se ha extirpado alguna vez–, porque en ambas ocasiones los judíos han estado en la diana.

Pero desde la mal llamada Primavera Árabe, que ñoñamente leímos como la fábula de la democracia floreciendo en un Medievo mental, está sucediendo algo más. Asistimos a una matanza muchísimo más grave en volumen y extensión que los estremecedores asesinatos de París y Copenhague. Un genocidio constante y orillado. Se está asesinando la libertad de fe. Se está decapitando y crucificando a personas por algo tan íntimo y trascendente como el derecho a sus creencias religiosas. Estamos asistiendo casi impávidos al holocausto de los cristianos en varios países musulmanes. Una auténtica campaña de exterminio físico, que sin embargo no lleva a los líderes occidentales a manifestarse por las calles o tomar medidas, ni a nuestros intelectuales a lanzar gallardos alegatos, como los que compusieron para defender el derecho de los dibujantes franceses a insultar a los demás en nombre del humor.

En 1970, cuando murió Nasser, el 20% de los egipcios eran cristianos. Hoy se calcula que solo suponen el 5%. En Irak, bajo el régimen patibulario de un verdugo tan temible como Sadam, vivían 1,4 millones de cristianos. Ahora quedan 260.000. El cristianismo es la religión más perseguida del planeta, acogotada en 25 países. Los atentados contra sus templos ya no merecen ni titulares: 37 muertos en un atentado en Irak en Navidad, 130 muertos en una iglesia de Pakistán, las escabechinas de Boko Haram en Nigeria y Camerún, las atrocidades del califato nazi de Siria e Irak…

A un paso de Italia, en una playa de Libia, Estado Islámico acaba de rodar su última producción. Varias cámaras, escenografía estudiada, efectos de luz… Veintiún trabajadores egipcios de fe cristiana, que emigraron a Libia porque en sus plantas petroleras se paga seis veces más que en su país, fueron secuestrados y degollados. No se trató de una muerte rápida. Fue una agonía en diferido: semanas secuestrados bajo la congoja de una muerte cierta, el paseo humillante por el arenal con el hábito naranja del señalado, intuir el cuchillo viniendo al cuello… ¿El delito? Eran coptos, cristianos. «Conquistaremos Roma con la venia de Alá», decían a las cámaras quienes los mataron.

Los tertulianos de guardia de las cadenas telepodemos no se indignan en sus púlpitos (tal vez si fuesen seguidores del Dalai Lama…). Obama confirma que es un líder de goma. Europa cree que sus valores se defienden solos, sin sufrir un arañazo. En Ucrania se disputa una estúpida guerra nacionalista entre cristianos. El mal absoluto ya campa por las playas de Libia. Pero Occidente, blando y gastado, no tiene esta vez un Churchill.





Con bombín bajo las bombas

Por Félix de Azúa

Fuente: El País 


17/2/2015



Poco a poco vamos recuperando la obra de aquella generación de periodistas de la República que son, a mi entender, un capítulo esencial de la literatura española, aunque hasta hace poco no figuraban en casi ningún manual académico. Gracias a Xavier Pericay, el más editado es Josep Pla, pero Chaves Nogales ha tenido que esperar décadas para resucitar. Algunos, como Xammar o Gaziel, sólo habían sido objeto de ediciones locales. Julio Camba y Corpus Barga han gozado de mayor difusión, aunque tampoco excesiva. Y hoy le toca al más joven, Augusto Assía, cuyos informes de la Segunda Guerra Mundial, escritos en Londres durante el conflicto, aparecen ahora en la notable editorial Asteroide con el título Cuando yunque, yunque. Cuando martillo, martillo.

El género periodístico ha ido absorbiendo a la novela y al ensayo y es hoy uno de los más ricos y diversos del panorama literario, pero la lectura de los antiguos tiene un valor añadido. A mí me produce la misma sensación que el cine de aquellos años treinta y cuarenta. Es como si (perdón por la sinestesia) leyera una prosa en blanco y negro. Más dura, más perfilada, más contrastada que la actual.

La literatura del siglo XXI es casi siempre de colorines, incluida la novela negra. En cambio, un reportaje de Chaves Nogales es como el cine de Fritz Lang. Hace uso de aquella iluminación cegadora que dejaba media pantalla en negro para perfilar al acero el rostro del malvado. Quizás se deba a que los periodistas de entonces no usaban aparatos. Se confrontaban a pelo con el suceso.

Los artículos de Assía se publicaron en La Vanguardia y fueron luego recogidos en sendos libros de 1946/47. El primero narra los bombardeos y la guerra defensiva, cuando la Gran Bretaña fue yunque para los alemanes. Y el segundo celebra el momento en que los ingleses pasaron a la ofensiva y se convirtieron en el martillo del Reich. Los reportajes, vividos a pie de bomba, han esperado casi setenta años para renacer.

La peculiaridad de Assía, además de su sagacidad, es que era más inglés que los nativos y no sólo cuenta la destrucción provocada por los bárbaros, sino que aprovecha para hacer pedagogía entre los españoles, la mayoría de los cuales era germanófilo. Las extravagancias de la cultura y la política inglesa tienen tanta importancia como los episodios guerreros.

El libro, por tanto, es también un manual de singularidades británicas, a veces divertido, a veces admirable y las más de las veces pasmoso. Como cuando explica el clima inglés. Afirma que allí apenas soplan vientos y en la Isla no se conocen las fallebas de ventana. Los árboles crecen como en ningún lugar de Europa y la consecuencia es que los pájaros acuden en masas inmensas. Concluye: “Según estadísticas ornitológicas, anidan en la Isla ciento veintiocho millones de pájaros”. Homérico.

La prosa de Assía es limpia, sutil, con algún curioso arcaísmo y un sentido del humor de lo más británico. Como dice Ignacio Peyró en su excelente prólogo, es más contemporánea que casi toda la prosa contemporánea. Abundo.




Cuando yunke, yunke. Cuando martillo, martillo
Augusto Assía
Editorial: Libros del Asteroide



lunes, 16 de febrero de 2015

Consejos malignos para la etapa formativa y profesional

Por Chema Alonso 

Fuente: Un informático en el lado del mal 


16/2/2015


No son pocas las veces que me piden consejo por correo electrónico sobre qué estudios creo que son los más recomendables para trabajar en seguridad informática. Muchas veces me preguntan por si una titulación de una Universidad u otra te forma más, sobre qué Módulo Formativo de Nivel III es el más apropiado para saber seguridad, o sobre qué Máster cursar una vez terminados los estudios de la carrera de informática. A todos ellos intento contestar lo mejor que puedo, intentando entender el entorno por el que se realiza esa pregunta.

Figura 1: Unos consejos malignos para la etapa formativa y profesional

No tengo una respuesta clara y directa, pero sí que tengo una opinión al respecto de lo que yo he hecho y seguiré haciendo, por si a alguno le sirve para algo, y hoy os lo voy a dejar junto con algunas reflexiones de Forges, al que ya he utilizado en algunos de mis No Lusers para transmitir mis pensamientos a algún respecto.


La Carrera Universitaria NO es el OBJETIVO, es el MEDIO

Muchos de los correos electrónicos que recibo vienen aún mal enfocados. Enfocados pensando en que tener una titulación es un objetivo en sí mismo que directamente te hiciera merecedor de un sueldo como esos que dan los países de un capitalismo más exacerbado que el nuestro, aún si cabe. Tener un título, y menos en una disciplina tecnológica puede ayudarte a superar un primer filtro laboral, pero nunca a ser merecedor de nada por sí mismo. Tendrás que ser un gran profesional, además de ser un gran estudiante y/o aprobador de exámenes.

El gran valor que tiene un título universitario es poder aprender cosas enfocadas hacia una disciplina profesional concreta, pero no es más que la introducción del capítulo uno del mundo en el que te vas a tener que mover. En la Universidad vas a aprender herramientas y cimientos [Resolver el factorial de 100 no es picar código o El problema de la recta pintada píxel a píxel] para poder construir un buen perfil profesional, pero vas a tener que comenzar desde cero en el mundo laboral. Vas a ser capaz de resolver problemas gracias a metodologías, tecnologías y herramientas aprendidas [El par de puntos más próximo], pero vas a tener que aprender a aplicarlas a problemas laborales concretos.

Figura 2: Si vas a la carrera, estudia y aprende todo lo que puedas. Tu tiempo es oro.

Si realmente quieres hacer una carrera universitaria para conseguir un trabajo y ser un buen profesional, no esperes a tener 25 o más años para incorporarte al mundo laboral. Estás cometiendo un grave error bajo mi punto de vista. Sí, estudiar puede ser duro, pero estar más de 6 o 7 años dedicándose solo a estudiar una carrera [Unos consejos para ti que empiezas la carrera universitaria] te puede hacer perder visión del mundo de verdad.

Yo me incorporé en mi primer trabajo relacionado con la informática cuando tenía 21 años. Era becario de una empresa de desarrollo de software y yo estaba aprendiendo a programar en Visual C en ella. No solo no cobraba, sino que además agradecía cualquier trabajo que me pidieran, cualquier tiempo que me dedicaban a enseñarme a hacer alguna cosa, o cualquier "marrón" que me cayera, estaba aprendiendo y me venía muy bien esa experiencia a todos los niveles.


Figura 3: Cualquier trabajo que te caiga te dará experiencia.
Aprovéchalo para crecer como profesional y cambia cuando no crezcas

De ese primer trabajo de becario sin remunerar pude pasar a otro cuando pude irme a algo mejor que me permitía crecer, y luego a otro, hasta que con 24 años arranqué el proyecto de crear Informática 64, una empresa que nacía con pura vocación de auto-empleo y en la que puse en práctica lo poco que había aprendido en esos tres años de trabajo y los tres años de estudios de la Ingeniería Técnica en Informática de Sistemas que había cursado en la EUI de la UPM.


El Trabajo NO te enseña todo, vuelve a la Universidad

Una vez que te vayas afianzando en el trabajo, quedarte inmóvil en cuanto a tus conocimientos, o centrarte solo en lo que tienes al alcance de tus manos, es dejarte un mundo entero de posibilidades de conocimiento que te harán mucho mejor profesional. Sal de esa zona de comodidad laboral para que tu mente, tu experiencia y tus habilidades se expandan con conocimientos que solo aprenderás en la Universidad [No aprendas SAP si quieres transformar el mundo].

Yo volví a la Universidad cuando mejor me iba en mi empresa, y el volver me dio la posibilidad de aprender nuevos conceptos, enfrentarme a retos nuevos, como investigar y publicar papers, que me llevaron a acabar en mi primera BlackHat. El volver a la Universidad me hizo salir de mi trabajo del día a día para aprender tecnologías en nuevos horizontes, y por eso dediqué muchos años a terminar la Ingeniería Superior de Informática, hacer el Máster y terminar mi Doctorado. 

Figura 4: No dejes de aprender nunca. Aprovecha tu tiempo y no lo malgastes.

Durante años, compaginé mi vida profesional y de estudios, para poder ir aprendiendo cada día más. Creo sin duda que es lo que mejor he hecho, y por tanto sigo haciéndolo. Es verdad que ahora estudio mucho por mi cuenta aprovechando las nuevas tecnologías y la lectura de libros que tanto me ha enseñado, pero antes hice mis estudios, y ahora estoy pensando en apuntarme a un máster el año que viene para aprender otras disciplinas que domino menos.


¿Para qué hacer una carrera universitaria si ya tienes trabajo?

Dicho todo lo anterior, creo fervientemente que hay gente que tiene hábitos de estudio en su vida personal y profesional mucho más férreos que los que puede tener en una carrera universitaria. De hecho, tengo amigos preocupados por no tener un título de ingeniero que estudian todos los días y hacen más prácticas en un año, motu proprio, que las que hace un ingeniero en toda su vida de estudios. 

Si no es así, y no te estás marcando retos estrictos de aprendizaje, volver a la Universidad te ayudará a aprender cosas que no pensarías que fueras a conocer nunca. Aunque sea la Marcha de Jarvis o el Algoritmo de Melkman. Todo ello, seguro, te hará mejor profesional. No te preocupes si acabas la carrera con 45 o más años, aun te quedarán más de 20 años de vida laboral para poder sacar partido a todos esos conocimientos que hayas obtenido.

Figura 5: Estudia para ser lo que quieras ser, no para ser lo que te digan.
Si estudias Informática, que sea para ser "poeta".


Yo, como muchos de mis compañeros y amigos, sigo estudiando. Disfruto aprendiendo cosas y contándolas por este blog, pero también lo hago trabajando con gente que aprende día a día y me enseña. Disfruto escuchándoles hablar de nuevas ideas o nuevos descubrimientos día a día. Gente que no va al trabajo a hacer nada mecánico, sino que un día se desmarca con un hack para integrar Latch en Metasploit al tiempo que un compañero lo integra con Facebook, o compañeros que han descubierto una red de click-fraud porque pensaron que podrían aparecer apps que simulasen ser mandos de control remoto o que se preocupan por saber si hay alguien usando esteganografía para controlar el malware en las apps de los markets. Gente que crece día a día y me hace crecer.


Resumen final

Todo lo anterior, sirve para deciros simplemente que si piensas en acabar los estudios universitarios para trabajar y dejar de estudiar, bajo mi punto de vida ya estás arruinando tu vida profesional sin darte cuenta. Si estás estudiando para tener el currículo perfecto y salir de la universidad con 30 años, dos carreras y un máster, estás haciéndolo mal ya que deberías estar en el mercado laboral mucho antes.

Figura 6: Aunque sea un chiste, tener muchos títulos no te habilita como profesional. 

Por último, si crees que por el hecho de tener un título universitario no vas a ser un aprendiz como cualquier otro de cualquier profesión, es que la soberbia no te deja ver la realidad y conocer realmente donde estás. Eso sí, la culpa no es tuya, la culpa es de tus padres que te han dado más de lo que necesitabas y no te has dado cuenta. Lo siento, todos necesitamos aprender las profesiones por muchas tres carreras, dos másters y cuatro certificaciones que te hayas sacado. Sé humilde y aprende una profesión como todos desde abajo.

Saludos Malignos!


Chema Alonso, hacker experto en Seguridad Informática.
Ingeniero Informático de Sistemas


domingo, 15 de febrero de 2015

Montoro lo sabe todo de Monedero

Por Jesús Cacho

Fuente: Vozpópuli 


15/2/2015

Dicen que Juan Luis Cebrián acudió en diciembre de 2013 al despacho del ministro Montoro, en el caserón de Alcalá casi esquina a la Puerta del Sol, dispuesto a pedir árnica fiscal para un Grupo Prisa sumido en aguda crisis, crisis que otro miembro del Gabinete, la vicepresidenta Soraya, estaba ya por aquel entonces pilotando para evitar que se convirtiera en terminal, y que la cosa se torció, que la charla se agrió, y que en un momento dado don Cristóbal abrió un cajón de su mesa de despacho y extrajo de él un fajo de papeles con las declaraciones de la renta del ilustre progre que lleva años ganando un montón de pasta –más de 13 millones en 2011, de acuerdo con el destape efectuado por el propio grupo ante la SEC norteamericana, y cifras de entre 5 y 10 millones el resto de ejercicios-, mientras Prisa se desangra y se vende al mejor postor, y prácticamente se lo lanzó a la cara. Al ministro le jode mayormente que los periodistas del establishment prediquen desde sus púlpitos contra los rigores de la Hacienda Pública, siendo así que ganan varias veces lo que el titular de la cosa. Lo sacó a relucir el propio Montoro este lunes ante el director de ABC, Bieito Rubido, en 'Los Desayunos de la 1': “Se erigen en representante de las clases medias, pero usted no es clase media. Seguro que gana más que el ministro que está aquí…” Bieito, prudente como buen gallego, prefirió plantear honrosa retirada antes que problemática batalla y calló.

El incidente contribuyó a difundir ese cierto afán pendenciero que estos días empaña la imagen de nuestro sheriff de Nottingham, obligado no solo a bailar con la más fea de reducir el déficit público en un entorno de crisis económica brutal y descrédito de las instituciones, sino a enfrentarse a la enemiga de unos medios de comunicación en ruinas que, lejos del papel de Robin Hood, también le consideran enemigo a batir. El titular de Hacienda, en efecto, se ha visto asediado esta semana por el fuego cruzado de una oposición que le acusa de hacer un uso partidario de los datos fiscales de que dispone para presionar a sus adversarios. Dirige el batallón de papel el diario El País del viejo camarada Cebrián, porque Cebrián salió escaldado del despacho de Montoro en diciembre de 2013. Muy quemado. Y dispuesto a tomarse cumplida revancha en cuanto la ocasión se presentara. La esquizofrenia de Prisa se manifiesta hoy en la redoblada apuesta por un PSOE en horas bajas (enorme la operación de esta semana que ha acabado con la cabeza del genio de Parla en la bandeja de Pedro Sánchez, urdida por ese “genial organizador de derrotas” que es Alfredo Pérez Rubalcaba, de nuevo su culo en la sede de Ferraz, y por el geniecillo conspirativo de Cebrián, el dúo de la bencina, como en los mejores tiempos de la Transición), y en el seguidismo absoluto en lo económico, al dictado del Gobierno Rajoy y del Consejo Empresarial de la Competitividad (CEC) que dirige César Alierta. Son los fielatos de la deuda.

“La oposición acusa a Montoro de bordear la ley al usar datos fiscales” (…) “El PSOE asegura que el ministro es un filtrador profesional a su conveniencia política”. La polémica ha ganado volumen hasta saltar a las tertulias de café a cuenta del episodio protagonizado por Juan Carlos Monedero, el número tres de Podemos, con sus declaraciones fiscales tras la intervención del ministro en el lance. Se puede discrepar más o menos de la labor del gran recaudador, pueden caer mejor o peor sus perennes risitas, pero es evidente que Cristóbal Montoro tenía y tiene razón en este punto. El ideólogo de Podemos, esta especie de nuevo Lenin dispuesto en pleno siglo XXI a vendernos las baratijas ideológicas del materialismo dialéctico hegeliano bañado en las aguas del Orinoco sin haber entendido a Hegel, ha quedado como Cagancho en Almagro. Porque, alarmado por una frase del ministro recordándole la obligación de cumplir sus obligaciones fiscales, como todo hijo de vecino, el tipo acude a un mitin y se viene arriba, se dispara, y dice aquello de “no te tengo miedo”, y Montoro vuelve a saltar al ruedo para recordarle que pague lo que debe, y el aludido responde que lo tiene todo en regla, pero no lo tenía, resulta que no, que tiene que regularizar con una complementaria (divertida la explicación del partido: “Es la versión mejor para Hacienda”, como si hubiera otra) y cerrar el pico. Y desaparecer de la escena, pero no irse a casa, porque así es nuestro Vladímir Ilich.


Rubalcaba y el corte de pelo del genio de Parla  

El miedo a Podemos entre la gente principal del establishment está provocando algunas muy interesantes operaciones que, tras la hojarasca de la pelotera mediática que agita Cebrián, transitan estos días por las alcantarillas del Estado de Derecho. Nada hay más temible para la alianza entre la clase política y el mundo del dinero que la aparición en pleno banquete de un invitado inesperado, casi un rufián mal vestido  y peor encarado, dispuesto además a voltear el orden establecido y no dejar títere con cabeza. Entre gente de peso tanto del PP como del PSOE hace tiempo que se vienen celebrando encuentros discretos presididos por la necesidad de frenar al invasor y buscar alternativas. Preservar el duopolio. Y de hecho una de las explicaciones más sugestivas que circulan sobre el corte de pelo en seco que el trío Rubalcaba-Sánchez-Cebrián le hizo esta semana al genio de Parla es que Tomasín era una bomba de relojería dispuesta a perder en Madrid, as usual, pero listo para llegar a cualquier tipo de pacto con Podemos que hubiera permitido, sin el control de Ferraz, gobernar tanto en la Comunidad como en el Ayuntamiento a los amiguetes de Maduro.  

De modo que se moviliza Ferraz y otrosí hace Moncloa. La vicepresidenta Sáenz de Santamaría se ha hecho cargo de las operaciones selectivas destinadas a chamuscar la opción Podemos ante los eventos electorales que se avecinan. Salió Soraya y mandó a parar. Que nadie se mueva. Que nadie filtre un papel. Esa es una operación que está dirigiendo personalmente su equipo, con la eficaz ayuda del Centro Nacional de Inteligencia, que es quien estaría suministrando el “material” publicable, que ya se sabe que esto del periodismo de investigación vive hoy horas tan bajas como el propio periodismo. Las revelaciones sobre los ingresos en las cuentas de Monedero efectuadas esta semana por un periódico conservador de Madrid parecen tener ese origen. ¿Escandaloso? Bueno, en el estadio de sálvese quien pueda en que nos hallamos, lo realmente novedoso en materia de escándalos, aterrador incluso en tanto en cuanto amplifica los perfiles del desastre español, es que los señores que, receta chavista en mano, venían dispuestos a salvarnos de la corrupción, están demostrando que estaban ya corrompidos sin haberse acercado siquiera a los dinteles del poder. Hoy, tanto Iglesias, como Monedero, como Errejón, como Bescansa, tienen ya todos “caso” propio, para emparentar con esa casta castuza que ha hecho de España el erial que a tantos resulta insoportable.

 Lo cual plantea la posibilidad de que el lenguaraz ministro Montoro, azote de Cebrianes y otros golfos de buen vivir, sea apenas una víctima colateral de esa gran operación contra el chavismo hispano que discurre por las sentinas del Estado, montada por un establishment que se niega a regenerarse y defiende el statu quo con uñas y dientes. El ministro se explica ante Vozpopuli: “Alejémonos de los árboles y tratemos de ver el bosque de una legislatura muy difícil, porque esto ha sido terrible, que no es lo mismo llegar al ministerio cuando la recaudación fiscal crece al 15% que cuando está cayendo al 10% o casi. La situación era tan crítica que nos ha obligado al mayor recorte del gasto público jamás acometido por ningún país, con excepción de Grecia. ¡Es que en las Administraciones Públicas se han perdido 400.000 empleos! Y esta situación te obliga, me obligó, a ponerme muy duro en la persecución del fraude. Y claro que sí, el ministro tiene la obligación de conocer las bolsas de fraude y quién defrauda dentro de ellas, los casos concretos, quién está cumpliendo con sus obligaciones y quién no, para poder tomar medidas al respecto. Muchos me dicen es que el fraude está en los grandes contribuyentes. Ya, pero, ¿quién de ellos defrauda? Tráiganme la lista de quién debe, para que yo me entere, ¡porque el ministro tiene la obligación de saberlo!”.


“Hacienda no está para financiar actividades privadas”

“Ese conocimiento”, prosigue el titular de Hacienda, “me permite lanzar advertencias para que la gente pague sus deudas. El caso del cantautor que se queja de ser víctima de una operación política, oiga, vamos a ver, ¿es “político” que usted cree una sociedad instrumental en la que mete gastos del servicio doméstico, los coches, las casas, los estudios de los hijos en Londres…? Es mi obligación ser agresivo con quienes defraudan a Hacienda. Los clubes de fútbol, por ejemplo. Tengo que obligarles a cumplir y recordar lo que deben a la caja común; lo que yo no puedo decir es lo que debe el Sporting de Gijón. Nunca he dicho un nombre, jamás he mencionado a un contribuyente concreto. Y lo mismo los medios de comunicación: usted no puede venir a mi despacho a pedirme aplazamientos de pago, incluso de las retenciones de los salarios de la plantilla, y luego denunciar que hay mucho fraude en España. Es aquello de predicar y dar trigo. Hacienda no está para financiar actividades privadas; está para recaudar. Y sí, sé que esto desgasta mucho, que es muy impopular, pero es mi obligación, y gracias a que he cumplido con mi deber estamos logrando salir adelante”.

Salir adelante. Mariano Rajoy valora mucho la labor de Montoro, sus esfuerzos por cuadrar las cuentas, atendiendo las demandas de unas CC. AA. acostumbradas a gastar sin tino. Y sin coste político para los capos regionales. El presidente aprecia también el trabajo de Luis de Guindos como embajador exterior de nuestra Economía, pero presta especial atención a sus dos fieles escuderos, García Margallo y Cristóbal Montoro. La amistad personal que le une con este último, sin embargo, otorga al titular de Hacienda un protagonismo especial en este Gobierno. “Cristóbal está muy fuerte”, reconocen en Moncloa, “porque cuenta con la confianza de un Rajoy que sabe su contribución decisiva a la hora de superar la crisis económica”. Ministros para volver al crecimiento y la creación de empleo. Antes o después. Nadie, en cambio, para coger el toro por los cuernos de la atroz crisis política; nadie dispuesto a regenerar drásticamente este sistema corrompido sobre bases escrupulosamente democráticas, alejadas del populismo tercermundista. La situación política sigue como siempre: tan amenazante, tan paralizante como siempre, abocados como estamos a un año trascendental para las aspiraciones de los españoles que sueñan con una democracia digna de tal nombre. ¿A quién votar?.


Cristóbal Ricardo Montoro Romero (Cambil, Jaen, 1950)

Coordinadores

Por Jon Juaristi

Fuente: ABC 


15/2/2015


He leído la colección de artículos «coordinada» por Pablo Iglesias Turrión sobre la serie televisiva Juegodetronos. Esto de la «coordinación» es un típico chanchullo universitario, que consiste, básicamente, en que un profe se conchaba con un editor, pide a una serie de amigos que le escriban algo (en torno a diez páginas) sobre un tema cualquiera, reúne los textos resultantes y los publica en un libro o revista con su propio nombre en la portada seguido de la abreviatura «coord.» entre paréntesis o corchetes. Su contribución real suele ser escasa: un prólogo breve en el que presenta el contenido del libro, un repertorio de notas biográficas sobre los autores (en realidad, suele ser obra de estos últimos, cada uno de los cuales se ha encargado de escribir un resumen de su ridículumvitae) y, a veces, como sucede en el caso que comento, un trabajito firmado por el coordinador y un par de amiguetes. Ante las comisiones evaluadoras de la Aneca, eso suele valer tanto como un sesudo trabajo de investigación en lo que a las áreas de carácter humanístico-religioso-deportivo-benéfico se refiere.

Lo cierto es que Ganaromorir. Lecciones políticas en «Juego de tronos» , coordinadas por Pablo Iglesias (coord.) y publicadas por Akal (Madrid, 2014) me han divertido un montón. He disfrutado de lo lindo con la cara de hormigón que le echan a la vida estos genios de Somosaguas y sus compinches de las universidades del País Vasco, Valencia o Cervera. Las «lecciones», por supuesto, son auténticas chorradas, plagiadas en todo o en parte de trabajos ya publicados en otras compilaciones como Games of Thrones and Philosophy ( John Wiley and Sons, Hoboken, NJ, 2012, editores de las famosas series For Dummies), y reiterativas a más no poder. Todos citan los mismos pasajes de Maquiavelo y traen los mismos ejemplos entresacados de capítulos de la serie, pero el desparpajo con el que imitan la pedantería académica al uso en otras épocas resulta de lo más refrescante.

En realidad, el gran hallazgo de Podemos es la «ciencia» política for Spanish-Dummies. Maquiavelo para Dummies españoles. Hobbes para Dummies españoles. Sospecho que algunos colegas de mi edad, catedráticos al borde de la jubilación, se escandalizarían al leer frases como la siguiente de Juan Carlos Monedero: «Hobbes escribió el Leviatán (1651) después de la matanza de San Bartolomé» (página 22). Y tanto que después. Como que tal matanza aconteció en 1572. Y en París (lo que impulsó al inglés Hobbes a escribir el Leviatán fue la decapitación de su rey Carlos I en 1649). Pero no tiene sentido quejarse de que hayan llegado a ser profesores de la Complutense semejantes mendrugos. Por lo menos, a Monedero le suenan Hobbes y la noche de San Bartolomé, algo que no puede decirse de los políticos profesionales (he llegado a oír a una consejera de Educación del Gobierno de una Comunidad autónoma, todavía en ejercicio, preguntar, en la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, que quién había estado enterrado allí).

Ahora bien, mayor estupor me produce oír a los políticos del PP y del PSOE que la pandilla de Podemos debería estar cumpliendo sus obligaciones docentes en la universidad y no andar de mitin en mitin. Yo preferiría mantenerlos lo más lejos posible de las aulas, por el bien de la enseñanza pública y de la salud mental de los estudiantes. Pero es que, además, sus obligaciones docentes son de risa. Que se lo pregunten al ministro Wert, no al rector Carrillo (que de esto, curiosamente, no tiene la culpa). ¿Adivinan a quién le deben los Errejones y Monederos las muchas horas de asueto que dedican a –como dice Pablo Iglesias– conquistar el Poniente?.

Jon Juaristi (Bilbao, 1951)



sábado, 14 de febrero de 2015

Caballería de chispa y pedernal

Por Félix de Azúa 

Fuente: El País 


22/12/2012



Nuestras sociedades son cerradamente prácticas y ya no conocen símbolos que no pertenezcan al pasado. No solo carecemos de símbolos sino que nos es difícil entender su arcana función. Como observa Miguel Ángel Aguilar, la Unión Europea ni siquiera tiene "una compañía de soldados para que presenten armas a los dignatarios que visitan sus sedes institucionales".

Las palabras arriba mencionadas figuran en el prólogo del soberbio catálogo editado con motivo de la exposición La Orden del Toisón de Oro y sus soberanos que tiene lugar en la Fundación Carlos de Amberes. Allí se puede seguir la historia de una de las empresas simbólicas más singulares de la historia europea. Nuestra actual ignorancia de la simbología nos impide entender la función que tuvo aquel enorme aparato de signos, objetos, términos, uniformes, empresas y representaciones. Buena ocasión para reparar tanta inopia.

Para entrar en el Toisón hay que imaginar un mundo en el que la casi totalidad de la población es analfabeta, incluida la clase dirigente, y en la que dar una explicación asequible de los juegos de poder, los ejes políticos, las alianzas, no es cosa sencilla. Dado que la palabra llegaba a muy pocos, la imagen era el soporte más fácil de trasladar. De hecho, cree Gombrich que esa es la causa de las alegorías omnipresentes en monedas griegas y romanas.

La Orden es un invento propio del "otoño de la edad media" y tuvo su origen en uno de los estados que más dolorosamente vivirían la transformación renacentista: el ducado de Borgoña. Era la corte más potente de Europa cuando la Orden se crea en 1430 y el duque Philippe le Bon se tenía por superior al rey de Francia, así que el Toisón nace para mostrar al mundo entero cuál era el poder de Borgoña, real o supuesto.

La simbología, el ritual, la ceremonia, usados como instrumento político tenían un sentido inmediato cuando estaban unidos al cuerpo del soberano. Decía Pascal que la justicia inglesa desaparecería si los jueces dejaran de usar sus pelucas de tirabuzones. Para cuando se funda la Orden todavía el cuerpo del magnate y sus objetos personales están cargados de un fluido mágico origen divino. Las coronas, las espadas, las armaduras, las joyas de los soberanos son tan sagrados como ellos mismos. Cuando Philippe le Bon instaura el Toisón está construyendo un monumento simbólico para los más grandes caballeros de su tiempo, a imagen de la caballería medieval. Es un gesto nostálgico que pertenece a la poética previa al "mundo desencantado" que Max Weber sitúa en el inicio de la edad moderna.

El signo más conocido de la Orden es el collar del que cuelga el toisón, la piel del carnero, pero su sentido no es simple. Cada vez que un caballero entraba en la Orden y recibía el pesado collar de oro, se convertía en una estatua viviente que encarnaba altas empresas guerreras de las que se consideraba heredero. La gesta fundacional había sido la del héroe griego Jasón, el cual, junto a los Argonautas, partió en expedición a Asia para recuperar la piel del vellocino de oro.

Elegir una historia tan oscura nos indica que la Orden obedecía a un mundo de ideas en absoluto simple. Comparada con su contrincante inglesa, la Orden de la Jarretera, en cuyo origen está la liga que perdió bailando la Princesa de Gales (oh yes!) ante Eduardo III, la del Toisón es de una exuberancia espectacular. Los expertos se afanan por explicar el misterio: quizás el vellocino se deba a que la mayor riqueza de Borgoña era el mercado de la lana de Brujas. Quizás se deba a que Philippe vivió de niño rodeado de tapices con la historia de los argonautas. ¿No sería por su mujer, Isabel de Portugal y las grandes navegaciones lusitanas? Creo que el misterio del símbolo es imposible de desentrañar, pues sin él desaparece. Es como el velo de Maya, el cual, si se levanta, solo muestra la ausencia.

El collar es otra incógnita: está unido por eslabones en forma de B (por Borgoña) que a su vez traban pedernales chispeantes, lo que los franceses llaman "un fusil" (de donde viene el nombre del arma) y que es el mecanismo que al chocar contra el pedernal provoca la chispa que dispara la carga. Hay pues una presencia del fuego en la orden y así lo interpreta Arcimboldo en su fabulosa alegoría del Toisón que le fuera encargada por Maximiliano II, lo que acaba por remitir a Prometeo, otro laberinto dentro del laberinto.

El Toisón pertenecía a un mundo caballeresco y fabuloso que estaba a punto de desaparecer. Los príncipes italianos preferían ya las artes figurativas como arma política. En la pintura las ideas aparecen traducidas por el entendimiento, pero en la Borgoña del Toisón no: allí prevalecían las piedras preciosas, los tapices, los yelmos y espadas, el mundo arcaico de la alquimia y la magia simpática. Una vez más los expertos buscarán una explicación funcional: ¿era Philippe alquimista? ¿Acaso no lo sugiere al elegir a Jasón, cuya empresa habría sido imposible sin la ayuda de la maga Medea? El laberinto se multiplica.

Los azares guerreros y dinásticos harían que la Orden borgoñona pasara muy pronto a un monarca español, Carlos V, y ya nunca se separaría de la corona de España. El actual soberano de la Orden es el rey Juan Carlos y luego lo será su hijo. La historia del Toisón es la historia de la corona española. En el impresionante conjunto reunido en la Fundación Carlos de Amberes figuran los retratos que Goya, Pantoja, Velázquez, Moro, Sánchez Coello y tantos otros hicieron a miembros de la Orden y que son difíciles de ver, sea por pertenecer a coleccionistas, sea por venir de lejanos museos.

La gente de mi generación aún tuvo ocasión de constatar cómo operaba la potencia simbólica de un imperio, cuál era su fuerza y de qué modo actuaba sobre millones de analfabetos. El aparato simbólico soviético aún ahora asombra a quienes se acercan a las exposiciones de la Juan March o de la Casa Encendida. Tengo para mí que la hoz y el martillo es la última gran creación simbólica de ámbito universal y su fuerza ha sido temible.

Quizás en la actualidad esas invenciones sean ya incomprensibles dada la saturación de signos que nos asfixia, pero cabe sospechar, como sugería Aguilar, que Europa no alcanzará a ser nada mientras carezca de símbolos propios.



La obra Alegoría del fuego,
 pintada por Giuseppe Arcimboldo en 1566



Espadas sobre fondo de oro

Por Félix de Azúa 

Fuente: El País 


22/4/2012


En noviembre de 1519 aquellos hombres protegidos por pesadas corazas y con los caballos resoplándoles en el cogote se adentraron por el gran camino que sale de Estapalapa. No tardaron mucho en montar la formación. A medida que se aproximaban a la gran ciudad, ellos, que sólo conocían los pueblos españoles y las villas coloniales cubanas, iban quedando cada vez más atónitos: “Y de que vimos cosas tan admirables, no sabíamos qué nos decir, o si era verdad lo que por delante parecía, que, por una parte, en tierra había grandes cibdades, y en la laguna, otras muchas; e víamoslo todo lleno de canoas, y en la calzada muchas puentes de trecho en trecho, y por delante estaba la cibdad de México”.

Al frente de un gentío de indígenas enemigos del azteca formaban 400 soldados al mando de Hernán Cortés. Para nuestra fortuna uno de ellos era Bernal Díaz del Castillo, nacido en Medina del Campo hacia 1495 en cuna plebeya, aunque acomodada, y sin apenas educación porque tenía entonces 20 años y llevaba ya en la aventura americana desde 1514. Este muchacho sería el más grande cronista de la conquista americana aunque, como él decía, “no soy latino”, es decir, no sabía latín ni poseía elegancia literaria ninguna. Su escritura, en efecto, es seca, desaliñada, a veces brutal y vehemente, como sin duda fue su juventud, pero de una inmensa eficacia. La Historia verdadera de la conquista de Nueva España es, a juicio de este modesto comentarista, una obra maestra de la literatura española capaz de medirse perfectamente con las de Cervantes, no en la perfección formal sino en su grandeza narrativa. La reciente edición, muy diestramente anotada y comentada por Guillermo Serés en esa cada día más impresionante biblioteca clásica de la Real Academia, es de todo punto imprescindible para cualquier lector educado. El precio también es educado.

Esta tremenda historia, sin comparación alguna con nada similar en la literatura europea, comenzó a escribirla un hombre de 60 años cuando ya no podía emprender empresa guerrera alguna, pero no la abandonó hasta su muerte en 1584, añadiendo, quitando, reescribiendo, corrigiendo, enmendando el texto sin descanso, en parecida obsesión a la de Proust. Las razones para escribir, sin embargo, diferían. A Proust le movía el deseo desesperado de salvar algún sentido antes de que la muerte todo lo aniquilara. A Bernal, en cambio, le movían varias indignaciones, la primera y principal de ellas las mentiras de los cronistas oficiales, las cuales le obligaban a tomar la péñola “…porque cosas tan heroicas como adelante diré no se olviden, ni más las aniquilen y claramente se conozcan ser verdaderas, y porque se reprueben y den por ningunos los libros que sobre esta materia han escrito, porque van muy viciosos y escuros de la verdad…”. Se refiere a cronistas como López de Gómara, Gonzalo de Illescas o Paulo Jovio, contra los cuales añadió, por contraste, ese sorprendente adjetivo de “verdadera” a su historia. Él había combatido y sufrido codo con codo con Cortés durante décadas, pero ahora llegaban unos cronistas a sueldo y peroraban disparates pagados por los potentados en busca de fácil fama. Bernal había hecho con su cuerpo la historia verdadera, pues “a tan excesivos riesgos de muerte y heridas y mil cuentos de miserias pusimos y aventuramos nuestras vidas (…) y de día y noche batallando con multitud de belicosos guerreros, y tan apartados de Castilla”, que no podía soportar las invenciones de quienes sin haber empuñado ni una navaja ahora escribían la historia de América.

“Tan apartados de Castilla”, en efecto, porque la segunda indignación de Bernal es que le estaban quitando sus privilegios y posesiones para beneficiar a unos señoritos recién llegados y sin más mérito que su encumbrada parentela. A partir de 1542, cuando el soldado se acercaba a la peligrosa cincuentena, las “Leyes Nuevas” promovidas por Las Casas para “frenar la esclavitud de los indios, fijar límites a la perpetuidad de las encomiendas y dotar de cierta igualdad a los nativos” (Serés), leyes sin duda tan necesarias como justas, despojaron a los viejos soldados de sus propiedades y beneficiaron a los burócratas emparentados con la nobleza. Las reivindicaciones de Bernal (que respetaba a Las Casas y nunca le dirigió la menor invectiva) asemejan a veces a las del pleiteante obsesivo de Dickens, aunque siempre desde la digna actitud de un soldado viejo y maltratado. De haber vivido en el siglo XVIII se habría comparado con el general Belisario.

Lo asombroso es que esta historia escrita por un hombre sin apenas formación (aunque lector de novelas de caballerías), enfurecido por cronistas mentirosos, perturbado por la abyecta política española, sea a pesar de todo una obra maestra de la literatura. Lo milagroso es que Bernal fuera siendo devorado por la pasión literaria y a medida que avanzaba en el relato la gracia misma de la narración venciera sobre sus venganzas y miserias privadas, quizás como le sucedió también al gran Saint Simon en su interminable historia. La pura pasión literaria fue lo que le empujó a introducir toda suerte de detalles, cuadros de género, observaciones y escenas de modo que el lector fuera tropezando con “diálogos, anécdotas, catálogos detallados de naves, caballos, provisiones, descripciones fisiognómicas de españoles, mexicanos, tácticas militares etc.” (Serés), lo que da una viveza singular a esta crónica distinta de todas, pero próxima a la de Herodoto a quien Bernal desconocía. Aunque “no era latino”, Bernal sí era un narrador natural y tan avanzado en su época que algunos expertos, como Ángel Delgado, no dudan en ponerlo junto a Cervantes como el primero en dar pasos metaliterarios antes de hora.

Esta es, pues, la historia de un soldado de cuna humilde que se atribuye sin pudor el valor de sus hazañas como un héroe antiguo y siente la injusticia de no acceder a una nobleza, la de las armas, en nada distinta a la que merecieron Amadis o Juan de Austria. No sabía que iba a ser la conquista de América, justamente, lo que acabara con la vieja nobleza guerrera y diera paso a un funcionariado gandul que en pocos años arruinaría el imperio, como siempre ha sucedido en España.

Y no sólo en España, también para el resto de Europa se avecinaba esa época que Max Weber llamó la del desencanto del mundo, cuyo último y residual modelo heroico sería Alonso Quijano, el hidalgo pobre que sigue creyendo en los encantamientos y milagros de un mundo que él todavía lee a lo cristiano, aunque se rompa la crisma contra la sociedad práctica, pragmática, funcional, que se ríe de él como de un orate porque ha aprendido que la vida va en serio.

El mundo en el que se crió Bernal era todavía un lugar donde eran posibles los milagros y en el que las hazañas traían consigo gloria, honra y nobleza. El mundo en el que muere Bernal es ya el de los primeros laboratorios científicos, los incipientes Estados administrados por una burocracia de casta, y unos súbditos que van a ir dejando de creer en los encantamientos y milagros para dedicarse a ganar dinero, o, como prefería decirlo Karl Marx, a construir un Paraíso de los humanos levantado con el trabajo humano y no regalado por la divinidad. La historia de Bernal es una de las últimas épicas caballerescas europeas y su único defecto es el de ser verdadera.




La tortura oculta

 www.antitauromaquia.es
29/4/2012

Todavía hay quien piensa que el enfrentamiento entre un torero y un toro en una plaza de toros durante una corrida es del todo equiparada. Que el torero está en todo momento arriesgando su vida frente a un animal que tiene 50 veces más fuerza que él...
No nos engañemos, la condición natural del toro, como animal herbívoro es la de huir, no atacar. Ataca cuando se le enfurece, o como reacción a una serie de torturas. Para que nos hagamos una idea, vamos a detallar qué clase de torturas se le propinan a un toro bravo, a fin de enfurecerlo a la vez que debilitarlo.



 
Desde que los toros son secuestrados del rebaño, empieza el calvario de unos animales capaces de experimentar angustia y desamparo infinitos.  Presos en un asfixiante cajón, con la cabeza ladeada, se les transporta lejos, muy lejos de sus pastos y encinares, donde suelen perder entre 40 y 50 kilos a causa del estrés al ser confinados en la cárcel del chiquero.




Antes de su linchamiento, padecerán continuos tormentos al objeto de debilitar sus fuerzas:

24 Horas antes de entrar en la arena, el toro ha sido sometido a un encierro a oscuras para que, al soltarlo, la luz y los gritos de los espectadores lo aterren y trate de huir saltando las barreras, lo que produce la imagen en el público de que el toro es feroz, pero la condición natural del toro es huir, no atacar.

También se le han recortado en vivo los cuernos (afeitado) para proteger al torero. Le colgaron sacos de arena en el cuello durante horas. Le golpearon con sacos de arena en los testículos y los riñones, le indujeron diarrea y le abrasaron los intestinos al poner sulfatos y laxantes en el agua que bebió y en la comida, todo esto es con el fin de que llegue débil al ruedo y en completo desorden. Se le ha untado grasa y vaselina en los ojos para dificultar su visión y en las patas se le puso una sustancia que le produce ardor y le impide mantenerse quieto, así el torero no desluce su actuación. En algunos casos, incluso se les han rasgado los músculos del cuello para evitar movimientos bruscos con la cabeza, a fin de reducir el riesgo de posibles cornadas.


 
Y no sólo con esto, se le han inyectado fármacos hipnóticos e introducido bolas de algodón en lo profundo de sus fosas nasales para dificultar la respiración.


Sólo por esto, ya debería ser ilegal, al atentar contra la salud y la integridad de un animal no-humano.



Y no sólo el toro es maltratado: respecto los caballos de los picadores, se eligen a caballos que ya no tienen valor comercial, así que el animal muere en 3 o 4 corridas a lo mucho. Es muy habitual que el animal sufra quebraduras múltiples de costillas o destripamientos. Se les droga y se les llena las orejas con papel de periódico mojado para que salgan a la plaza, ya que el terror les haría salir corriendo.

Desde 1925 se les coloca un peto simulando que se les protege, pero en realidad se trata de que el publico no vea las heridas al caballo que con frecuencia presentan exposición de vísceras (alguna vez le han llegado a introducir de nuevo los intestinos y coserles la tripa para que aguanten otra corrida). Además, para que no relinchen de espanto y de dolor (y no molesten al respetable público), han amputado sus cuerdas vocales, y si atenazados por el pánico se niegan a volver al redondel, les quemarán los testículos con descargas eléctricas o periódicos encendidos, e incluso les quitarán o taparán los ojos.


Caballo "Xelín", salió a la plaza y resbaló cayendo al suelo, momento en el que el toro lo hirió. El animal fue atendido por los veterinarios de la plaza pero no se ha podido hacer nada por su vida debido a la gravedad de la herida; minutos más tarde tuvo que ser sacrificado.