Por Federico Quevedo
Fuente: El confidencial
4/1/2016
Nunca he entendido la obsesión de la izquierda -de una parte de la izquierda, no toda- por imponer un reverso laico de las fiestas y costumbres con origen cristiano -iba a decir religioso, pero todavía no les he visto inventarse una alternativa laica al Ramadán o al Yom Kippur-. Encuentro lógico que desde su perspectiva de negación del hecho religioso -la religión es el ‘opio del pueblo’, escribiría Marx-, prohíban -en el caso de las dictaduras de izquierdas- o, simplemente, renuncien a celebrar las fiestas relacionadas con la religión.
Eso sería, si me apuran, lo más coherente, aunque en mi opinión incluso siendo de izquierdas (o no siéndolo, pero considerándose uno mismo ateo o agnóstico), las tradiciones y las costumbres trascienden los sentimientos personales e, incluso, colectivos, y deben respetarse. Siempre había sido así. En este país ha gobernado una izquierda sensata muchos años, y lo sigue haciendo en muchas partes, y se han respetado esas costumbres que tienen su origen en la tradición cristiana, porque, de hecho, en muchos casos han superado la cuestión religiosa y se han convertido en un escaparate que atrae visitantes de todo tipo, como ocurre con las procesiones de Semana Santa.
Aun así, siempre había algún cretino que felicitaba el solsticio de invierno para hacerse notar, pero eran los menos. Hasta ahora. De pronto, el país se ha llenado de cretinos que felicitan el solsticio de invierno pero que luego no se acuerdan de felicitar el de primavera, verano u otoño. ¿Y por qué el de invierno sí? Ah, porque coincide con la Navidad y hay que hacer el idiota celebrando algo que no sea lo que realmente se celebra en Navidad, o sea, el nacimiento de Cristo. ¡Pues no celebre usted nada, y punto! Aproveche el día de fiesta para quedarse en la cama durmiendo o haciendo lo que le venga en gana, pero no pretenda convertir la Navidad en lo que no es, entre otras cosas porque entonces la fiesta tendría que celebrarse unos días antes y no el 25, y no tiene razón de ser celebrar el paso del otoño al invierno y no hacer lo mismo con las otras estaciones del año.
¿Qué sentido tiene hacer comuniones laicas, bautizos laicos y procesiones laicas de Semana Santa? Tengan ustedes la sensatez y la coherencia y, por qué no decirlo, la valentía suficientes para explicarles a sus hijos que no se pueden vestir de marineritos como sus compañeros de colegio para recibir la Primera Comunión porque, sencillamente, ustedes no se creen eso. Pero no.
Había una cierta expectación ante la manera en que algunos de los principales ayuntamientos de España gobernados por la nueva izquierda podemita se iban a enfrentar a la celebración de la Navidad y, tengo que decirlo, no han defraudado. En el fondo de su empeño por dar protagonismo a este reverso laico tenebroso hay algo más que una cuestión de envidias o una mal entendida igualdad: hay una decidida ejecución de una estrategia orwelliana dirigida a acabar con la religión cristiana por su papel como soporte del individuo frente a la masa, y sustituirla por el laicismo como otra forma de religión en la que la masa sacrifica al individuo.
Y esto no ha hecho más que empezar. Estas navidades han sido algo así como un banco de pruebas de lo que nos espera en el futuro. En una de las cabalgatas de distrito de Madrid, uno de los Reyes Magos será interpretado por una mujer… No es que pase nada, que no pasa, pero los tres Reyes Magos eran hombres. Es como si en una función de teatro sobre la traición de Bruto a Julio César lo interpretara una bella damisela. No digo que no pueda, pero Julio César era un tío, y Baltasar, Melchor y Gaspar, también.
Pero no es una excepción… En ese futuro veremos por toda España cabalgatas de las Tres Reinas Magas del Nuevo Tiempo, llamadas Libertad, Igualdad y Fraternidad -ni siquiera Melchora, Gaspara y Baltasara, como en el cuento de Gloria Fuertes-, repartiendo condones en lugar de caramelos. “Papá, ¿qué es esto?”… “Un globo, hijo, un globo…”. En Valencia, gobernada por el cretino de Joan Ribó -cretino, sí, porque la idea solo se le puede ocurrir a un cretino o a un mamarracho-, ya lo han hecho como anticipo de la Cabalgata de Reyes. Lo de los condones no, pero ya vendrá.
Oiga, señor Ribó, si no le gusta la Navidad, no la celebre. Y si no le gusta la Cabalgata de Reyes, no la haga, y deje que sean los vecinos y los comerciantes los que la organicen, que en Valencia de eso se sabe mucho. Pero no engañe a los niños con una mentira: tres tipas gordas y feas disfrazadas de pastel de merengue no pueden despertar en un niño la ilusión que sí logran despertar esos tres personajes que desde hace 2.000 años llegan cada 5 de enero por la noche y entran sigilosamente en las casas para dejar sus regalos.
Joan Ribó recibe a las reinas magas republicanas en el Ayuntamiento de Valencia.
Fuente de la imagen: Diario El Mundo / BIEL ALIÑO
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