martes, 29 de diciembre de 2015

Atenas

Por Jon Juaristi

Fuente: ABC 

27/12/2015



· La democracia antigua fue un medio de nivelación compulsiva, no una democracia en libertad.


Si hubo una peña en la historia verdaderamente encantada de haberse conocido y convencida de su excelencia sobre las demás gentes (antes de la fundación de Bilbao, quiero decir), ésa fue la de los atenienses. Lo preocupante es que las piezas antológicas que conservamos de su proverbial modestia consisten en discursos fúnebres como los de Lisias y Pericles. Según parece, era la muerte catastrófica de los suyos lo que más les ponía.

Entonces recordaban –se lo recordaban a sí mismos y a quien tuviera paciencia y humor para escuchárselo– que habían nacido de la tierra, que eran por así decirlo la nación más antigua de Grecia (más incluso que los de Arcadia, que se jactaban de haber aparecido antes de que hubiera luna en el cielo), que seguían estrictas dietas mediterráneas, que eran muy machos y que por eso habían vencido antaño a las Amazonas (todo mentira) y que habían inventado la democracia (verdad a medias). Atenas: Graecia mendax.

La democracia de los atenienses fue, ante todo, un sistema de nivelación, no un método de negociar conflictos de intereses. Se trataba, como los envidiosillos romanos no han dejado de repetir hasta nuestros días, de extender todo lo posible la vulgaridad y el qualunquismo. O sea, de terminar con cualquier tipo de aristocracia, objetivo que lograron con mucha mayor eficacia que los sans-culottes, los garibaldinos y los bolcheviques juntos. Es muy significativo lo que hicieron con Arístides, que era sin duda lo mejor que produjo la Atenas del siglo V a.C. y llevaba la distinción hasta en el nombre.

Lo desterraron, por supuesto, tras someterlo a aquella forma populista de impeachment que se conocía como ostracismo, sin que los promotores de la medida se hubieran tomado siquiera la molestia de formular cargos concretos contra él. Un palurdo –pues muy palurdo había que ser en Atenas para no saber escribir una palabra de nueve letras– se acercó al propio impugnado, el día de la votación, y le tendió la ostrakapidiéndole que escribiera su nombre. «¿Qué tienes contra mí?», le preguntó Arístides. «Nada –contestó el analfabeto–, ni te conozco, pero me fastidia que elogien tanto tu honradez». Cuando los atenienses terminaron de mandar al exilio o de invitar a tragos de cicuta a sus ciudadanos honestos y decentes, y una vez el poder de la polis hubo quedado en manos de los Temístocles, Alcibíades y Efialtes (de los que lo menos malo que podría decirse es que robaban a destajo), un extranjero imparcial observó que en Atenas todos se tenían individualmente por zorros astutísimos, pero que en conjunto funcionaban como una deplorable banda de gansos. Así les fue en ésa del Peloponeso, que les deparó numerosas ocasiones para el autobombo combinado con la necrofilia.

La democracia, cuando se encabrona, tiene estas cosas, enfermedades infantiles y sarampiones griegos. Y ni siquiera hace falta ser griego de Grecia. A Rubén Darío le tiraba más la Grecia de Francia, a lo Pierre Louÿs, o, en todo caso, una imposible Grecia británica guarra y libertina, a lo Aubrey Beardsley, que la Grecia de Grecia. Y Zubiri escribió aquello de que «los griegos somos nosotros» (no sé si con «nosotros» se refería sólo a los de San Sebastián, aunque podría ser, porque añadió, en un tono savateriano y antibilbaíno, que «no estamos para clásicos»). Lo que está claro es que la Grecia que ahora se lleva por aquí es la de Syriza, o sea, la Atenas del rasero puesta al día. Con elites extractivas menos elitistas que las de la Atenas del siglo de Pericles o que las de la España de ayer mismo, lo que no significa que resulten necesariamente menos extractivas. En fin, feliz año griego a todos/todas.





De reinas magas, olentzeros y jalufos

Por Jesús Laínz

Fuente: ABC 

28/12/2015




· Cabalgatas sin reyes magos por neutralidad religiosa o con reinas magas por aquello de la paridad; felicitaciones navideñas sin la palabra Navidadpara no ofender a otras religiones; celebraciones cristianas sustituidas por solsticios, que debe de ser que son más progresistas; belenes y villancicos prohibidos para no atentar contra la confesionalidad del Estado; y mil y una manifestaciones más de una cristofobia digna de análisis psicoanalítico.


El invento no es nuevo: los revolucionarios franceses pusieron la primera piedra elaborando un calendario que sustituía las tradicionales fiestas cristianas por otras de inspiración política, botánica o meteorológica; los bolcheviques rusos recogieron el testigo prohibiendo cualquier referencia religiosa; y los republicanos españoles aportaron el toque carpetovetónico con las iniciativas de reemplazar la Nochebuena por la Noche Popular, las fiestas navideñas por la Semana del Niño y la Semana Santa por las Vacaciones de Primavera. Digno de felice recordación fue el caso de Nicolás Guerendiain, dirigente republicano irunés que, oficiando de generalen el alarde de San Marcial del 31 de junio de 1936, ganaría la inmortalidad por el grito con el que sustituyó los tradicionales vivas a España, a Irún y al santo: “¡Viva San Marcial laico!”.

En tiempos más recientes, y fuera de ámbitos marxistas, la vanguardia antinavideña la han representado unos Estados Unidos constitucionalmente aconfesionales aunque mayoritariamente cristianos en los que hace ya mucho comenzó a discutirse la oportunidad de eliminar las celebraciones navideñas para no molestar a la influyente comunidad judía y, en las últimas décadas, a la creciente comunidad musulmana. De ahí el menguante uso de la ofensiva palabra Christmas y la simultánea generalización de las Season’s greetings. Pero no es ésta la única exportación yanqui a un mundo ansioso por imitar cualquier cosa del odiado imperio: aunque la última moda es ese Black Friday que tan avasalladoramente se ha impuesto entre los consumidores españoles, la medalla de oro se la lleva, sin duda, ese indigno Halloween que hace unos pocos años no conocía nadie por estos pagos y que hoy ha enterrado, probablemente para siempre, la digna tradición de ese Día de Todos los Santos en el que, durante siglos, los españoles honraron la memoria de sus seres queridos.

Del alma de los fallecidos a los monstruos venidos del más allá: no hay mejor resumen de la putrefacción espiritual de Occidente. Este humilde juntaletras se atreve a augurar que el próximo paso será la adopción entusiasta de la fiesta de Thanksgiving, que ya ha empezado a penetrar en algunos colegios españoles. Vayan invirtiendo en granjas de pavos. Es negocio seguro.

Por otro lado, dado que Expaña no sería Expaña sin nuestras singularísimas neurosis, aquí la moda antinavideña se combina con la hispanofobia hasta el punto de rechazar a los Reyes Magos por considerarlos imposición española. Y de ahí nace el Olentzero, esa versión local del hombre del saco que, conocida hasta anteayer solamente en algunos lugares de la cuenca del Bidasoa, empezó a ser extendida a todo el País Vasco hace unos cuarenta años a través de las ikastolas. Por supuesto, ya la han convertido, sin posibilidad de discusión, en tradición inmemorial y panvasca. Y tal ha sido su éxito que hasta le ha salido un primo gallego pederasta: el Apalpador.

Pero los atentados a las tradiciones de todo tipo proliferan como las setas en octubre. Sin salir de tierras vascongadas, una de las más recientes mamarrachadas ha consistido en la modificación de la letra delAgur Jaunak, el popular himno cantado por los vascos desde hace un siglo en todo tipo de celebraciones. Pues en el acto inaugural del curso académico 2015-16 de la Universidad del País Vasco, presidido por el lehendakari del partido dizque defensor de las esencias vascas, se entonó dicho himno eliminando de su letra a Dios, por atentar contra la aconfesionalidad, e incluyendo a las mujeres, para no atentar contra la paridad. Y así, a los Jaunak (señores) se añaden las Andreak (señoras) y se sustituye el intolerablemente reaccionario “Dios nos ha hecho a todos” por un “todos hemos sido hechos iguales” que cuadra mucho mejor con la moderna diosa Igualdad.

Al fin y al cabo el ejército les dio buen ejemplo de corrección política cuando, por decisión de José Bono –autor de la inmortal frase “Prefiero morir a matar, soy ministro de Defensa”–, se modificó el texto delHomenaje a los que dieron su vida por España. En concreto, la frase “No quisieron servir a otra bandera” fue sustituida por “No pudieron servir con más grandeza”, es de suponer que para eliminar el concepto bandera, evidentemente facha; y “No supieron morir de otra manera” por “No supieron vivir de otra manera”, pues eso de morir por la patria queda feo.

Evidentemente, en todas partes cuecen habas en esta Europa avergonzada de sí misma hasta el punto de negar su propia esencia. Reciente es, por ejemplo, la retirada de cruces de las iglesias suecas para evitar ofender a los refugiados musulmanes. Y, por el mismo motivo, en Francia y otros países se han prohibido los belenes en lugares públicos y la celebración de la Navidad en los colegios.

Pero como en autonegación a los españoles no nos gana nadie, probablemente no esté lejano el día en que comiencen los problemas para el jamón y demás productos derivados del odiado jalufo. No se tome por exageración: hace algunos años un profesor gaditano fue denunciado por xenofobia debido a haber tenido la mala idea de mencionar el jamón ante un alumno musulmán. De momento la cosa quedó en anécdota y los productores de Trévelez le regalaron un jamón al xenófobo docente. Pero todo se andará, como ya se está andando a grandes zancadas en otros países europeos más avanzados en materias multiculturalistas. Pues, al igual que en Francia, aumentan los casos de colegios españoles con problemas en sus menús por la presencia de carne de cerdo y la ausencia de carne sacrificada por el rito halal.

Pero confiemos en el pueblo español: si algún día nos amenazan el jamón, llegado será el día de tocar a rebato para reinstaurar la Santa Inquisición.





jueves, 24 de diciembre de 2015

Pasok Sánchez

Por Luis Ventoso

Fuente: ABC 

24/12/2015




· Al PP lo aguarda un futuro difícil, pero arreglar el PSOE será un milagro.

El viejo Fraga, que tendía a confundir la actividad cerebral con el movimiento constante, tenía sin embargo intuiciones de enorme lucidez. Una de ellas, su legado, fue unir bajo un único paraguas a todo el conservadurismo. Ciudadanos, invento que ya se está revelando estéril y del que falta por saber quién lo ha financiado, pues un partido estatal no se monta con tres duros, ha mellado aquel valioso jarrón fraguista.

El voto de centroderecha se ha fragmentado. El segundo problema del PP es que se ha quedado antiguo (¡Arenas!, ay, todavía en el balcón de Génova) y anémico ideológicamente, porque leer el «Marca» resulta más ameno que leer a Popper, pero luego pasa lo que pasa… Su tercer hándicap es que el público vota en gran medida a tenor de lo que ve en la televisión, donde mayormente hoy se abrasa al PP, por cortesía de un modelo ideado por el propio PP.

Tras lo del domingo, Rajoy entra en fase crepuscular. Feijóo o Soraya, el que gane en lo que deberían ser ya unas primarias democráticas, lo tendrán muy difícil para alcanzar La Moncloa con comodidad (por lo dicho: el voto del centro-derecha se ha dividido y la televisión rema en contra). Pero aun así, lo suyo será un pícnic comparado con el panorama de Sánchez y el PSOE, que o giran de inmediato hacia la centralidad o van a repetir la historia del Pasok, el partido hegemónico griego que acabó en el chasis y en la irrelevancia.

El pecado original de este PSOE se llama zapaterismo. A veces personas de mentes mediocres resultan las más nocivas, porque se aferran con la tenacidad del fanático a una única idea. La de Zapatero era sencilla: a sus ojos, cegados por el rencor de la represalia a su abuelo republicano, el PP era el heredero directo del franquismo, ergo se trataba de un partido ilegítimo, al que tocaba aislar y destruir. El PP ya no era un adversario. Era el enemigo. Sánchez es hijo de esa idea y ha mantenido al PSOE muy escorado a la izquierda, pensando –erradamente– que así frenaría a Podemos. Pero la historia enseña que los bolcheviques siempre derrotan a los mencheviques, porque cuando la moda va de radicalidad, la gente se queda siempre con lo más nuevo y genuinamente radical.

Mintiendo y haciendo el ridículo, Sánchez habló el domingo de «un resultado histórico» del PSOE. La verdad es que ha obtenido 35 escaños menos de los que llevaron a Almunia a dimitir al instante. Ha empeorado la catástrofe de Rubalcaba. Se ha quedado a 1,7 millones de votos de un PP vapuleado por la corrupción y los sacrificios que exigió la crisis, cuando su objetivo era superarlo.

Su encrucijada no tiene alternativa buena. Rehén de su radicalismo, no puede cumplir su deber con España y facilitar la estabilidad permitiendo que gobierne quien ganó. Por otra parte, su primer objetivo en la vida no es el bien de su país, sino su ego. Lo que anhela es un acuerdo a la valenciana y ser presidente con Podemos, nacionalistas… lo que toque. Pero ahí lo frena (por ahora) el bastión andaluz, que aún conserva sentido de Estado. Si Sánchez apoya a Rajoy, malo. Si no lo apoya, peor. Todo huele a elecciones anticipadas, donde con este muchacho el centenario PSOE continuará tenaz rumbo a su meta: el Pasok.


Luis Ventoso



La estrategia del asalto

Por Ignacio Camacho


Fuente: ABC
23/12/2015



· Pablo Iglesias se ha despojado del ropaje socialdemócrata como un actor que acaba una función agotado del disfraz.


Se han venido arriba. Con 69 diputados creen haber activado la palanca del cambio de régimen y se han puesto a cantar por Quilapayún, elpueblounidojamásserávencido, y por Paco Ibáñez, himnos civiles de una Transición que se quieren cargar. Apenas acabado el recuento, Pablo Iglesias se despojó del ropaje socialdemócrata como un actor que acaba una función agotado del disfraz.

Cargados de adrenalina política han recuperado en unas horas el lenguaje bolivariano, el del proceso constituyente, la unidad popular y los derechos sociales, que en su semántica populista tienen prioridad sobre las libertades individuales. Ada Colau habla de «revolución democrática», un sintagma chavista, y toda la dirigencia se ha lanzado una escalada retórica que recupera la agresividad rupturista enterrada durante la campaña. Han regresado a su identidad fundacional, al discurso antisistema blanqueado por electoralismo táctico, a la dureza dialéctica que sólo Monedero mantenía desembozada durante el período de maniobras de camuflaje.

Sucede con Podemos que su electorado es refractario a las contradicciones y al ocultamiento, simplemente porque no se engaña. La mayoría de sus votantes tiene claro el objetivo estratégico y tolera con pragmático leninismo cualquier sesgo operativo que conduzca a la meta. Si los reclaman en las urnas van a las urnas; si los llaman a la calle irán a la calle. La moderación programática no es más que un giro oportunista, un paso atrás previo al salto adelante. Ahora toca acelerar y en los ayuntamientos, que han conservado la formalidad institucional durante seis meses, va a empezar el demarraje.

La situación poselectoral, con su paisaje borroso y sus contornos de incertidumbre, es propicia para el activismo de los que no dudan. Forjados en la ideología del asalto y en la técnica de las condiciones objetivas, encuentran en la indecisión de la mayoría el clima preciso para el abordaje. Si algo han mostrado durante la campaña es que disponen de organización, disciplina, resistencia y moral de combate. Dueños de las redes sociales, llevan enorme ventaja en la difusión de mensajes. Hicieron la mejor prospectiva y quizá sean ahora los que sepan hacer el mejor análisis.

Además, tienen la llave. Si la investidura de Rajoy fracasa, como parece probable, Iglesias decidirá sobre la de Sánchez. Puede hacerlo presidente para mantenerlo de rehén hasta que le convenga o ponerle un listón insalvable –la autodeterminación catalana– que provoque nuevos comicios en primavera. Sus elecciones no eran las del domingo, sino las próximas, en las que se presentará, sean cuando sean, como el macho alfa de la izquierda. Bloque contra bloque, pueblo contra casta, revolución contra sistema. Este tiempo indeterminado de transiciones, tanteos e intrigas lo va a aprovechar, si los socialistas no saben impedirlo, para limpiar de obstáculos la palestra.


Ignacio Camacho López de Sagredo (Marchena, Sevilla, 1957)
Periodista licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Sevilla.

Podemos como tentación

Por Fancesc de Carreras



23/12/2015


· Coincidir con la formación de Pablo Iglesias, 
tanto en el Gobierno como en la oposición,
 es una operación de alto riesgo para cualquiera.
 El presupuesto de todo buen pacto está en la lealtad, 
en suscitar confianza.


Hace semanas, quizás meses, que en el debate político se habla constantemente de pactos, de los necesarios pactos entre partidos para formar Gobierno. Pero desde el domingo por la noche ya no se trata de hablar sino de actuar. Pactos, claro, como se vaticinaba, pero ¿con quién? O, mejor dicho, ¿entre quiénes? Lo apuntaba Javier Ayuso el lunes en EL PAÍS: “Es la hora de la aritmética, de sumar y restar (…) además de la aritmética es la hora de las ideologías”.

Pero tampoco sirve, en ocasiones, buscar grandes coherencias ideológicas desde el punto de vista tradicional, el eje derechas e izquierdas, una manera de simplificar nuestro complejo panorama político. Hay otras variables, en especial aquellas ideologías que se basan sobre todo en sentimientos y que nos pueden conducir a enfocar los problemas desde las emociones y no desde la razón, que apelan a los ideales del Romanticismo y no a los de la Ilustración. Cualquier país que se decanta por estos senderos acaba descarrilando.

En materia de pactos políticos es decisivo escoger bien a la contraparte. El presupuesto de todo buen pacto está en la lealtad, en estar convencido que el otro no te va a engañar, en suscitar confianza. Me viene a la memoria un pacto político que desde el principio ya se podía intuir que no funcionaría porque carecía del requisito de la lealtad: el acuerdo del PSC con ERC para designar presidente de la Generalitat a Pasqual Maragall con el objetivo de aprobar un nuevo Estatuto de Cataluña. El acuerdo no podía acabar bien porque fue un error desde sus mismos inicios.

¿Por qué un error? Porque el agua y el aceite no se pueden mezclar. Aparentemente podía parecer que habían llegado a un acuerdo en aprobar un estatuto, pero ello no era cierto porque no lo podía ser: ambos partidos tenían lealtades distintas. Los socialistas catalanes creían que un nuevo estatuto podía apaciguar al nacionalismo catalán y los republicanos pretendían crear un conflicto mediante la aprobación del nuevo Estatuto para acelerar la marcha hacia la independencia. No lo digo a balón pasado, algunos ya lo advertimos entonces públicamente e incluso contribuimos a fundar Ciudadanos por ese motivo. Los socialistas eran leales a lo que ingenuamente pensaban que sería una buena solución, lo que ellos denominaban “profundizar la autonomía”, los republicanos eran leales a la independencia, su ideal confesado. Naturalmente ganaron los segundos, siempre en política los astutos vencen a los ilusos.

A corto plazo, Maragall y después Montilla fueron presidentes de la Generalitat. Aparentemente, el acuerdo era una jugada hábil: habían acabado con el pujolismo e impedido que Artur Mas fuera entonces presidente. A largo plazo ya hemos visto lo que ha sucedido: los independentistas son mayoría en el Parlamento de Cataluña y el PSC roza la irrelevancia. Los errores graves, aquellos que afectan a la orientación política general, antes o después se pagan.

Un partido populista dice lo que le conviene para alcanzar el poder y llevar a cabo su agenda.

Creo que el PSOE puede caer en la misma tentación que el PSC de Maragall. También entonces los socialistas catalanes se justificaban diciendo que ERC era de izquierdas y, por tanto, su aliado natural. Pero los republicanos catalanes son, como Podemos, un partido populista, es decir, un partido cuyo objetivo principal es llegar a gobernar, sea como sea, diciendo una cosa y la contraria, para desde allí ser leales a sus ocultos pero verdaderos objetivos. Esquerra decía que su finalidad para formar Gobierno con el PSC era la reforma estatutaria. No era cierto: la reforma del Estatuto era solo un medio, un instrumento, para crear el clima político necesario que les permitiera alcanzar su auténtico objetivo: la independencia de Cataluña. Conseguido el instrumento se pasó a crear el clima para obtener los objetivos tácticos intermedios: que el catalanismo pasara de autonomista a independentista, hundir al PSC, dividir a CiU, disminuir la fuerza de Convergència y dar vuelos a la CUP para así quedar situada ERC en el centro político independentista. Una excelente estrategia.

Tras las elecciones del domingo pasado, el PSOE corre el riesgo de caer en una tentación similar a la del PSC: un pacto de izquierdas creyendo que Podemos es un partido de esa naturaleza. Grave error. Podemos es un partido populista, dice lo que le conviene para su único fin inmediato: alcanzar el poder y desde allí llevar a cabo su agenda oculta, sus objetivos últimos, el primero de los cuales, por cierto, es sustituir al PSOE como referente de la izquierda española. Podemos, como ERC, es leal a sus objetivos, no a sus aliados.

Recordemos. ¿Qué decía Podemos hace tan solo un año y medio? Sus propuestas eran las propias de un partido antisistema, anticapitalista y antiglobalización: no pagar la deuda pública, salir de la UE y del euro, renta básica generalizada, entre otras muchas propuestas, todas legítimas. Pero ahora estas propuestas han cambiado y explícitamente ha efectuado un llamado “giro al centro” en materia económica y social, y se muestra partidario del derecho de autodeterminación.

Cualquier país que se decanta por las emociones y no por la razón acaba descarrilando.

Este giro social y económico en tan pocos meses, ideológicamente no justificado, ya no es legítimo, algo esconden ahí. En cuanto al derecho de autodeterminación la razón es evidente: era necesario para formar coaliciones electorales con los nacionalistas de Galicia, Cataluña y Comunidad Valenciana, bajo el compromiso de concederles grupo parlamentario propio en el Congreso. Sin olvidar que Pablo Iglesias se ha negado a condenar la situación de los presos políticos en Venezuela, a cuyo régimen han asesorado los dirigentes de Podemos.

Ante un partido de estas características, cabe preguntarse: ¿qué es Podemos? ¿El de antes? ¿El actual? ¿Los tres Podemos autonómicos? ¿Solo el central? ¿Por qué cuatro grupos en el Congreso? ¿Votarán lo mismo? ¿Votarán distinto? ¿Quizás lo que nos aguarda es un futuro Podemos que todavía no sabemos qué pretende? Demasiadas preguntas, demasiadas incógnitas. Todo muy raro. ¿Digno de confianza? En absoluto. Se trata del partido que no sabemos lo que es, ni lo que piensa, ni hacia dónde va.

Ante este panorama, un partido serio como el PSOE deben desconfiar. Que se acuerden de ERC, de su deslealtad con los socialistas catalanes y con el mismo PSOE, que le pregunten a Zapatero. Coincidir con Podemos, tanto en el Gobierno como en la oposición, es una operación de alto riesgo para cualquiera, especialmente para el PSOE, el partido al que quiere sustituir. Mejor que Pedro Sánchez renuncie a liderar el Gobierno si debe pactar con Podemos, no sea que le suceda lo mismo que a Maragall. Las ventajas a corto plazo son muchas veces la ruina futura. Lo sabe bien Sánchez, que no se deje presionar.


Francesc de Carreras (Barcelona, 1943)
Catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad Autónoma de Barcelona.
Jurista y articulista español.

La segunda condición de Pablo. El referendum revocatorio

Por Santiago González 


24/12/2015



Pablo Iglesias se inspiró en la revolución bolivariana para crear un partido en España. Ni siquiera discurrió para encontrar un nombre. Lo halló en Venezuela, en un partido, Podemos, que fue el producto de una escisión del Movimiento al Socialismo (MAS) en 2003 y que es un acrónimo de POr la DEMOcracia Social.

Supimos también que recibió de Venezuela dinero para financiarse. El CEPS (Centro de Estudios Políticos y Sociales) que dirigen los cabecillas de Podemos recibió 3,7 millones de euros de Chávez, amén de los 425.100 euros pagados a Monedero por un trabajo inexistente y otras regalías.

Y después de las elecciones ha vuelto a insistir en sus condiciones a Pedro Sánchez. Además del imposible referéndum catalán (necesitaría los 2/3 del Congreso y otro tanto del Senado para la reforma constitucional que lo hiciera posible), estaba el referéndum revocatorio, que él había explicado a Ana Pastor. Así lo contaba el Deia:

“El líder de Podemos, Pablo Iglesias, ha defendido el legado de la Venezuela de Hugo Chávez en cuestiones como su reforma constitucional y ha prometido hacer como el exmandatario y someterse a un referéndum revocatorio en caso de incumplimiento de su programa electoral una vez que gane las elecciones. “Vamos a preguntar muchas veces, no nos asusta que la gente vote”, ha asegurado.”

Ahora reparen en el video que encabeza este comentario. Ella es una periodista que ha vivido muchos años en Venezuela, se llama Yael Farache y ha explicado en su blog Acapulco.com el significado que ha tenido en Venezuela este invento chavista. Después, vuelvan a leer el parrafito de Deia y tiemblen después de haber reído, como decía Rafael Castellano.

Si no quieren oír el relato de Yael, vayan directamente al minuto 6:10 y vean a Chávez anunciándolo en 1998:

“Vamos a proponer una reforma constitucional, una transformación del sistema político para tener una democracia verdadera, mucho más auténtica. Si por ejemplo yo a los dos años resulta que soy un fracaso, o cometo un delito o un caso de corrupción o algo que justifique mi salida del poder antes de los cinco años yo estaría dispuesto a hacerlo”.

En el minuto 6.40, Pablo Iglesias dice:

“Eso quiere decir que un Gobierno que no cumpla su programa podrá ser revocado a mitad des u mandato por parte de los ciudadanos”.

La cosa en Venezuela comenzó a cambiar cuando ciudadanos de la oposición empezaron a reunir firmas para proponer un referéndum revocatorio contra él:

“Chávez advierte que los nombres y los números de DNI (cédula de identificación) de quienes firmen quedarán registrados para la historia. Voz de Chávez: “El que firme contra Chávez verá su nombre registrado para la historia, porque va a tener que poner su nombre, su apellido y su firma.”

En el minuto 7:05 Chávez dice que aunque pierda el referéndum va a renunciar, “aunque saquen el 90% de los votos”.

En el minuto 7:5y7 se da cuenta de los despidos masivos de opositores de las empresas públicas

Minuto 7:20: Chávez cumple su amenaza y hace pública la lista de nombres de todos los que firmaron.

En el minuto 10: 45 se da cuenta de que:

“Entre  el 2002 y el 2004 se recogieron en Venezuela las firmas para el referéndum revocatorio contra Chávez, el mecanismo del que habla Pablo Iglesias como condición para pactar con el PSOE”.

El el minuto 10:54:

“Pablo Iglesias, Monedero, Errejón… Podemos puede hacer todas estas cosas porque tiene la experiencia de cómo se hizo en Venezuela y fueron adiestrados para hacerlo en España”.

Oigan los testimonios de los represaliados y luego vuelvan a las palabras de Pablo Iglesias.

martes, 22 de diciembre de 2015

Lo que nos espera

Por Jorge Bustos 

Fuente:  El Mundo 
22/12/2015



La telecracia ha cambiado la superficie, ha vendido la tersura de las caras nuevas, pero el bipartidismo aún le saca cien escaños a los adanes de la segunda Transición. No sólo: si recomponemos lo roto -el centro derecha y el centro izquierda-, volvemos a tener a los dos bloques entrañables frente a frente. El pueblo no ha votado multipartidismo: ha votado portavoz para su alma machadiana en la esperanza de que se alce con la mayoría. Si es absoluta, mejor. Y los nacionalistas, donde siempre: volando en círculos.

Ahora bien, la suma de enconos contrapuestos arroja una policromía formal que debería obligar a la clase política a elevarse sobre su rasante nivel hasta rozar el espíritu del 78, y por ahí sí estaríamos dispuestos a creer en una nueva política: una que, en aras del interés general, acordase pactos en educación y justicia, consolidase la recuperación y cerrase el paso a cualquier agresión separatista. Claro que no somos alemanes, y podríamos soñar con ser franceses: una ley electoral de segunda vuelta a falta de razón de Estado, luminosa por su ausencia en los aguafuertes goyescos de la rebatiña nacional.

¿Qué cabe esperar?, se preguntó Kant. Del PP que forme Gobierno como vencedor: si Rajoy firmó el Majestic, no pactará nada peor ahora. De C's que demuestre que el ecumenismo está en su naturaleza tanto como la inflexibilidad en la defensa de lo que nos une. De Iglesias no espero mucho, porque es el niño cantor de un orfeón de localismos en común que a la hora de la verdad darán la nota por separado, referéndum incluido. Y del PSOE esperaría que Sánchez escuchase la voz del socialismo obrero español y no el bisbiseo macbethiano que desde su corazón dolorido le reclama el poder a toda costa.

 Del electorado quiero que castigue al bloqueador tanto como ha reprobado al corrupto, y premie al conciliador porque la estabilidad es más importante que el postureo. A los medios les auguro aún mayor excitación que contra la mayoría absoluta. Y de España, al cabo, espero un Gobierno pronto, porque no sabemos estar mucho rato sin culpar a otros de lo que nos pasa.


Elecciones generales en España.
 20 de Diciembre de 2015

sábado, 19 de diciembre de 2015

El voto de Cervantes

Por Francisco Rico 

Fuente: El País 
Fecha: 19/12/2015




Las elecciones todo lo pervierten, todo lo entontecen: la lengua, primero, claro está, pero también la literatura. La campaña apenas ha empezado, cuando ya dos periodistas me preguntan qué hubiera votado Cervantes. Descarto la réplica correcta y educada que me pide el cuerpo (“¿Y qué coño quiere que yo le diga”) y me despacho con una generalidad sobre el peligro de pintar a las gentes de ayer con los colores que hoy nos agradan. Las páginas cervantinas abundan en ideas y actitudes que se nos ofrecen como acordes con las modernas, pero siempre tienen algún reverso que impugna la plena concordancia.

“Por la libertad... se puede y debe aventurar la vida” reza la cita que suele hacerse del Quijote (II, 58); pero se calla la frase que he suplido con puntos suspensivos: “así como por la honra” y se olvida que por “libertad de conciencia” el novelista entendía una inaceptable permisividad frente al mal. Quizá ningún coetáneo se muestre tan elocuente como él en la defensa de los derechos y los valores de las mujeres, como la admirable Marcela o la genial Dorotea; pero ningún feminista elogiaría en sus términos el “yugo santo del matrimonio” ni llamaría a la casada fiel “corona de su marido” (La española inglesa y Quijote, II, 22). “La sangre se hereda y la virtud se aquista” (II, 42), pero, en el desenlace de la novela, la virtud de Preciosa, la gitanilla por excelencia, resulta no ganada sino heredada de sus auténticos padres, doña Guiomar de Meneses y don Fernando de Azevedo, caballero del hábito de Calatrava.

A toda posible coincidencia entre la sensibilidad de Cervantes y la nuestra hay que pasarla por el filtro de la historia. Sin embargo, o precisamente por ello, a veces me divierto fantaseando un paralelo contemporáneo al itinerario del escritor. “Cervantes —pontifico entre amigos— se parece mucho a un voluntario de la División Azul que ha aceptado la transición”.

Cervantes se alista en los tercios de Italia con veintipocos años y la ilusión de aniquilar a los turcos, “el crudo pueblo infiel”, los bárbaros de Oriente, para bien de la Cristiandad. En 1571 vive la borrachera heroica de Lepanto, pasa luego por las mazmorras de Argel, sirve al Rey como espía en Orán, sin transigir con la eventualidad de que España renuncie a la empresa del Mediterráneo y al rescate de los cautivos en el Norte de África. En una comedia de hacia 1585 hasta hace poco inédita, pinta a Godofredo de Bullón recibiendo con humildad el título de “Rey de Jerusalén” que ostentaba entonces Felipe II: era como una sugerencia tácita al Prudente, pero ahora sólo a modo de insinuación.

En 1614 se ha resignado a que las cosas no sean como eran en su juventud gloriosa. No lo celebra, no lo aprueba, pero sabe que de hecho tiene que ser así. Bastante es que Felipe III se concentre en la defensa de Nápoles, Sicilia y Malta. Porque pretender más es una fantasía como la de don Quijote cuando propone juntar a “todos los caballeros andantes que vagan por España” para con ellos “destruir toda la potestad del Turco” (II, 1).

El problema pendiente son los moriscos. Cervantes no duda en elogiar y apoyar, ya que no el exterminio, la expulsión de semejantes “víboras”, temibles sobre todo como quinta columna y cabeza de puente del eterno enemigo. Pero a Ricote, el morisco vecino de Sancho, que ha buscado refugio en Alemania, lo retrata con inmensa simpatía y comprensión de su drama de exiliado. Recela de la especie y respeta al individuo.

Es el melancólico sometimiento a los nuevos tiempos y la invariable humanidad del antiguo divisionario.





domingo, 16 de agosto de 2015

Editores sin escrúpulos

Por  Arturo Pérez-Reverte 


Fuente: XL Semanal 

Fecha: 16/8/2015



Hay quien se va de putas, como otros se van de libros. De librerías. Lo de las putas lo trajino poco, pero de las librerías soy un adicto. Voy por la calle, veo una y me meto dentro antes de que me diga ojos negros tienes. Igual da que sea una librería general que una especializada en ortopedia, aeronáutica, medicina homeopática o asuntos religiosos, como, sin ir más lejos, pueden certificar en las estupendas San Pablo de la calle Sierpes de Sevilla y en la de la plaza Benavente de Madrid, donde hago frecuentes incursiones para cargarme de libros de Patrología y obras de Hans Kung, cuya extraordinaria Historia de la Iglesia Católica, por cierto, recomiendo y regalo mucho. Quiero decir que soy, prácticamente, un psicópata de las librerías, de las que me gusta incluso el olor; hasta el punto de que, cuando estoy en países de cuya lengua no entiendo un carajo, me meto en ellas para tocar los libros, mirar las cubiertas, la encuadernación y lo demás.

Toda esta introducción, o proemio, viene al hilo para decirles que tengo cierta idea de qué es un libro. No ya por lo que tiene dentro, que en eso Dios reconoce a los suyos, sino por el libro en sí. Por sus características físicas. Ando entre libros desde que tengo memoria, pues tuve la suerte de crecer entre los estantes de un par de buenas bibliotecas familiares, y durante toda mi vida procuré, también, rodearme de libros. En ellos confío precisamente, a medida que me hago mayor, para atrincherarme cuando todo, al fin, acabe de irse al carajo y me encierre, en esa biblioteca que he ido preparando durante toda mi vida, con música de tango, bolero y copla en el aparato, unas cuantas botellas de Juan Gil y una escopeta de postas del calibre doce, mientras las respetables matronas corren desoladas, los imbéciles se preguntan cómo ha podido ocurrir esto, y los bárbaros, como es su vigorosa obligación histórica, saquean la Roma que amo y conozco.

Dicho todo lo anterior, ya estoy en condiciones de contarles que el otro día iba a comprar una biografía de Virginia Woolf publicada por Taurus. Le eché mano, encantado con el grueso tamaño del volumen -920 páginas-, miré el canto del lomo, como cada vez que cojo un libro, y mi exclamación indignada hizo levantar la cabeza al librero Antonio Méndez. «Estos sinvergüenzas -le dije, estupefacto- han guillotinado el lomo». Antonio se encogió de hombros, como quien ha visto de todo, y yo arrojé, despectivo, el libro al lugar donde estaba. Porque un lomo guillotinado y encolado, señoras y señores, puede tolerarse en una novela de edición barata, en un libro de usar y tirar; pero nunca en un ejemplar que deseas leer, conservar y consultar, pues el pegamento termina estropeándose, y la misma acción de abrir el libro y pasar páginas termina desencolando éstas. El pretexto, ahora, es que las colas son mejores que antes y sujetan mejor; pero eso es mentira, o no tiene nada que ver. Un libro debe ser un libro de verdad, con cuadernillos cosidos, resistente y bien hecho. Lo que pasa es que un libro de lomo cortado y encolado sale más barato para el editor que otro de cuadernillos cosidos y encuadernados como es debido, y permite ahorrar, en gastos de producción, un miserable medio euro que aumentará el beneficio editorial sobre el precio del libro. O más, cuando el libro es gordo. Y como ahora todos buscan ganar lo mismo, pero gastando menos, resulta que, con el pretexto de la crisis, cada vez hay más libros encuadernados con ese sistema miserable. Algunos de Taurus, Cátedra y Seix Barral, por ejemplo, son de juzgado de guardia, y hasta algunos que se editan para la Real Academia caen en eso. Paradójicamente, los libros más gruesos. Los que mejor encuadernados deberían estar.

Así que voy a pedirles algo, señoras y señores, si aman los libros o aman a quienes los aman: niéguense a comprar libros importantes si están editados de esa forma infame. Si los volúmenes no tienen sus cuadernillos cosidos y encuadernados como debe ser. Niéguense a ser cómplices de editores sin decoro; de tenderos miserables -pues también hay tenderos decentes-, sin cariño por los libros que editan, sin respeto por quienes los leen. Niéguense a cooperar con esas ratas de almacén cuyos infames lomos guillotinados son una desatención hacia el lector, y un insulto para quienes aman los libros como objeto a cuidar y conservar. Unos libros que debemos exigir se editen dignos, hermosos, duraderos en lo razonable. Que puedan acompañarnos el resto de nuestra vida y luego pasen a manos de amigos, hijos o nietos, con las huellas de nuestras lecturas y el rumor lejano de nuestras vidas.



viernes, 14 de agosto de 2015

De toros y argumentos

Por Félix Ovejero, Pablo de Lora y José Martí


19/8/2010



Ni la tradición, ni la libertad de empresa, ni la protección de una especie, ni el arte y la diversión de los aficionados sirven para justificar una actividad que produce dolor y sufrimiento a un mamífero superior


En el mundo hay personas que creen que los animales poseen ciertos derechos, o cuanto menos que los seres humanos tenemos ciertas obligaciones para con ellos. Y también hay personas que genuinamente creen que no. No es un drama. También hay quienes creen que Elvis Presley sigue con vida, que el color de la piel debe determinar nuestros derechos o que vivimos entre fantasmas. Hay gente para todo.

Pero no hay razones para todo. Los filósofos morales discrepan profundamente sobre el estatus ético de los animales no humanos, pero muy pocos, por no decir ninguno, sostienen que no tenemos ninguna obligación de respeto mínimo, al menos hacia los grandes mamíferos. También los legisladores en muchísimos países del mundo piensan que la crueldad o el maltrato gratuito hacia los animales no son admisibles, llegando a considerar esos actos como delitos. En Estados Unidos, una ley federal promulgada en 1999 castigaba incluso la creación, venta o posesión con fines comerciales de material gráfico que muestre crueldad animal. Con esa norma se trataba de poner coto a la industria de los llamados crush videos -imágenes que muestran la tortura intencional y sacrificio de animales indefensos (perros, gatos, monos, ratones y hámsters)- con los que, al parecer, algunos individuos obtienen placer sexual.

Si para preservar una especie debemos torturar a todos sus miembros, tal vez no merece la pena
En EE UU se castiga la creación, venta o posesión de material gráfico con crueldad animal
La discusión se centra, por tanto, en estas otras cuestiones: ¿qué obligaciones concretas tenemos y hacia qué animales? ¿Cómo podemos ponderar dichas obligaciones con otras consideraciones moralmente valiosas, como la alimentación y supervivencia de los propios seres humanos o la investigación médica? ¿Es el ocio o incluso el arte uno de esos bienes que cabe sopesar frente al sufrimiento cierto de un animal no humano, como ocurre en las corridas de toros?

Habida cuenta de la alarmante confusión que ha presidido estos días los debates y comentarios, queremos analizar algunos de los argumentos esgrimidos en defensa de la pervivencia del llamado "espectáculo" de los toros e impedir su prohibición.

Vamos a orillar la cuestión identitaria, que algunos interesadamente han introducido en el debate, o la disputa jurídica sobre la competencia del Parlament para tomar esta decisión, así como la hipocresía o incoherencia moral de quienes defienden la medida adoptada, pero no se oponen con parecidas armas a otras prácticas igualmente crueles. Nos centraremos en estos cinco argumentos: la tradición, la desaparición natural, la preservación de la "especie", la libertad y el arte.

El argumento de que los toros son una tradición consolidada en España -y en otros países- no tiene mucho vuelo. Que una acción se haya venido produciendo a lo largo del tiempo sencillamente no ofrece ninguna razón moral para seguir realizándola. Segundo, estos días hemos podido escuchar en boca de algunos protaurinos una preferencia por la "desaparición natural" de las corridas antes que por la prohibición impuesta por el poder público. Las corridas ya habían perdido buena parte del favor popular en Cataluña -se dice- así que hubiera sido mejor que se dejaran extinguir por sí solas. Pero este argumento tampoco funciona. Imaginen que lo extendiéramos a otras acciones o actividades prohibidas. Que dijéramos algo así como: "Cada vez son menos los padres que maltratan físicamente a sus hijos menores, así que dejemos que desaparezca esta práctica de manera natural". O tenemos la obligación de no infligir sufrimiento innecesario a los toros -o a nuestros hijos- o no la tenemos. Esto es lo que debemos discutir. ¿Para qué prohibir algo que ya nadie hace?

Se ha aducido también que, si no fuera por las corridas, desaparecería esta "especie" de toros, y que si las prohibimos, propiciaremos su desaparición. Es el argumento de la preservación, un razonamiento añejo en los pagos de la discusión sobre la consideración moral que merecen los animales no humanos. Al respecto cabe esgrimir, primero, que, desde el punto de vista zoológico, los toros de lidia no constituyen una "especie" independiente. Segundo, si los aficionados son tan profundos defensores de los toros que luchan por su supervivencia, ¿por qué no aúnan esfuerzos colectivos para preservarlos creando refugios naturales en las dehesas sin causarles por ello sufrimiento, como hacemos con los bisontes, por ejemplo? Finalmente, a nosotros nos preocupan prioritariamente -en este y en otros ámbitos de la ética- los intereses y el bienestar de los individuos que sufren el maltrato. Las "especies" -como las lenguas, las naciones o los pueblos- no se ven afectadas por el perjuicio de su inexistencia. Si para preservar una especie debemos torturar a todos sus miembros, tal vez la preservación no sea tan valiosa.

En cuarto lugar, se apela a la libertad: la prohibición supondría un "liberticidio", han dicho algunos. El poder público no está, ha señalado una representante del PP, para decirnos cómo vestir o qué estilos de vida abrazar. Una segunda expresión de la libertad -la libertad de empresa-, ampararía también que se sigan celebrando corridas. El argumento en cuestión presupone lo que antes hemos negado: que desde el punto de vista moral es irrelevante el sufrimiento o dolor que causemos a los animales no humanos. Si la prohibición es un sacrificio ilegítimo de la libertad de espectadores y empresarios es porque lo que ocurra con el toro en la plaza no cuenta nada. Se ha repetido hasta la saciedad, pero muchos no se han querido enterar, que nuestros ordenamientos jurídicos cuentan con multitud de restricciones a la libertad que nadie considera ofensivas ni liberticidas porque con ellas se protegen bienes igualmente valiosos o importantes, incluso cuando ni siquiera se infligen daños a sujetos con capacidad de sufrir. La protección del patrimonio histórico-artístico, o del medio ambiente, o la disciplina urbanística, son ámbitos plagados de prohibiciones en aras a que todos disfrutemos de paisajes, o ciudades más amables, o de un legado monumental, pictórico, escultórico que estimamos valioso. ¿Alguien se imagina que un grupo de personas, basándose en la libertad de empresa, constituyera una sociedad que organizara espectáculos de tortura pública de delfines, en el que tras causarles diversos daños, dolor y sufrimiento se acabara con su vida con una espada? ¿Justificaría algo la libertad de empresa, o incluso la diversión que pudiera generar esta macabra actividad en cierto público? ¿O es que los toros merecen menos respeto que los delfines? Ni la libertad de empresa, ni el lucro mercantil, ni la diversión de los aficionados, sirven para justificar una actividad que produce dolor y sufrimiento a un mamífero superior.

En último lugar, tal vez buscando ese otro valor que justifique el daño infligido, se esgrime habitualmente el argumento de que los toros son un arte -no los toros en sí mismos, entiéndase, sino las acciones que les provocan sufrimiento y al final la muerte-. Pero este razonamiento es, en el mejor de los casos, incompleto, y en el peor, inconcluyente. Lo que sí nos interesa subrayar es que, de resultas de ese debate, cabe concluir que decir que algo es arte no le confiere ningún estatus o valor especial a la actividad en cuestión. Lo que da valor -estético- a un objeto no es, pues, que dicho objeto sea simplemente catalogado como arte, sino el hecho de que se trate de buen arte o arte valioso. Por lo demás, igual que una tradición no es, por el hecho de serlo, buena o mala moralmente, tampoco lo es el buen arte.

No confundamos, por cierto, el supuesto "arte de los toros", con el indiscutible "arte acerca de los toros". Que algunos artistas hayan realizado magníficas obras a cuenta de las corridas, como tantos novelistas las han realizado a cuenta de los asesinatos, no les otorga -ni a las corridas ni al asesinato- ninguna dignidad artística. Los fusilamientos del 3 de mayo no se disculpan por la pintura de Goya. Por seguir con la misma comparación: aunque Thomas de Quincey y algunos de los aficionados a las novelas de misterio tuvieran razón, y el asesinato fuera una de las bellas artes, ello no quiere decir que debamos derogar los artículos 138 a 143 del Código Penal. Y por cierto, un aviso para malpensantes y tramposos: no estamos comparando el asesinato de un ser humano con el sacrificio de un toro; no, no estamos estableciendo una relación de semejanza sino una semejanza de relaciones.

No han faltado en estos días los defensores de la "fiesta nacional" que nos recuerdan que este debate forma parte también de la tradición taurina, como si de un adorno se tratara. Pero no, no se trata de "dar vidilla" -con perdón por el sarcasmo dado el contexto- como si los argumentos, en el fondo, dieran igual. Cuando se discute sobre la conveniencia de una ley que ha de regir la convivencia, los argumentos son lo único que importa.

Pablo de Lora, profesor titular de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid; José Luis Martí, profesor titular de Filosofía del Derecho de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, y Félix Ovejero, profesor titular de Ética y Economía de la Universidad de Barcelona.


jueves, 9 de julio de 2015

Lo que el librero nunca le contará

Fuente: www.bibliofilia.com

9/7/2015






       Aunque es costumbre de la Casa no aceptar consejos y tampoco darlos, por esta vez vamos a hacer una excepción. Lo cierto es que es extraño que todavía no se haya publicado un manual de cortesanía o de etiqueta y decoro social, para que usted aprenda, exactamente, cómo debe tratar a su librero. Intentaremos, en la medida de lo posible, llenar este inexplicable vacío.

       Primera norma: debe tratarlo con la generosidad de un príncipe napolitano. Efectivamente, estas librerías que usted conoce (sabe de lo que estoy hablando –pequeños escaparates que exhiben libros sorprendentemente convencionales, escritorios de madera y estanterías en roble claro; alfombras y moquetas y, en ocasiones, parqués; atmósferas más privadas que acogedoras; y clientes que afirman, en un tono de voz demasiado alto, su intransigencia respecto a un centímetro menos de margen-) estas librerías, y siento desengañarle si alguna vez fue tan ingenuo como para creer otra cosa, no son entrada, sino barrera, frontera y tierra de nadie diseñada, precisamente, para impedir que usted encuentre lo que busca. Atravesar este campo minado de libros, digamos, “normales” no va a resultarle demasiado fácil.

       Segunda norma: al librero, generalmente, no le interesa el dinero y, por lo tanto, le molesta, e incluso le repugna, hablar de precio. Regatear, entonces, podría ser un error fatal. A no ser que usted sea masoquista y, verdaderamente, le guste que le traten mal, le recomiendo encarecidamente que no lo haga. Un comentario desafortunado en este sentido le invalidará inmediatamente como posible cliente. El resultado es que nunca encontrará lo que busca y el librero se complacerá en hacerle pagar caros los deshechos que había pensado regalar a la biblioteca de un hospicio. Tampoco será extraño que, tras escribir cuidadosamente su nombre, su dirección y el libro que busca, tire el papel a la basura antes que usted haya salido de la librería. Recuerde a Ramón Gómez de la Serna “Intentar ahorrar a toda costa es una de las cosas que más envejece”.

       Tercera norma: el librero no tiene, a diferencia de un vendedor de aspiradoras, clientes. Tiene amigos y enemigos. Le conviene ser amigo suyo. No le pregunte nunca como va el negocio (ni esto es negocio, ni puede ir nunca bien), por su familia (el gremio tiene una altísima tasa de divorcios), ni de donde ha sacado los libros (eso se cuenta sólo a la Guardia Civil y cuando no queda otro remedio), ni por qué se dedicó a esto (es algo que el librero se cuestiona todos los días de su vida), ni ninguna otra pregunta idiota. Si usted quiere ganar su amistad le recomiendo regarle una Montblanc de gama media, unas chuletas de cordero lechal o una simple llamada telefónica el día de su santo. Tener un amigo librero es una magnífica inversión, usted no se puede imaginar a la gente que conoce, ni todo lo que puede conseguir con una carta.

       Cuarta norma: el librero, aunque sea por capilaridad, sabe bastante más que usted. No le explique que ese libro ya lo leyó usted en el año 62. Sea humilde y recuerde esa noble inscripción de la Alhambra de Granada “Si me dices que no sabes, te enseñaré hasta que sepas. Si me dices que sabes, te preguntaré hasta que no sepas”.

       Quinta y penúltima norma: en la medida de lo posible no nos toque las pelotas. Hacemos, para conseguirle un libro, cosas que no se podrían comentar en un colegio. Respete nuestro trabajo. Somos algo más que una máquina donde usted echa el dinero y salen los libros. Tenemos nuestro corazoncito como todo el mundo.

       Corolario: la paciencia del librero, como la provincia de Cuenca, tiene límites.




José Luís Boado 
(Librería Maestro Gozalbo, Valencia)

miércoles, 8 de julio de 2015

Amistades

Por Hipatia de Alejandría 

9/7/2015

Mateo Alemán, a propósito de la amistad nos dice: "Deben buscarse los amigos como los buenos libros. No está la felicidad en que sean muchos ni muy curiosos; sino pocos, buenos y bien conocidos".

No le falta razón al autor del Guzmán de Alfarache. A lo largo de la vida tratamos con muchas gentes. Amigos de verdad, que no de mentira, los hay, pero son escasos.

Un amigo es aquel con el que puede quedarse a solas, sin necesidad de que acudan otras personas a la cita. Los otros, los que para quedar con ellos requieren que haya más gente, no son propiamente amigos. Es término más preciso para ellos el de conocidos; aunque a veces, tampoco se les conoce más que superficialmente; lo cual, dada su condición, poco importa.

A los amigos se les estima, respeta e incluso admira. Decía Stendhal que "solo se ama a quien se admira", lo cual probablemente es cierto. Considerar a alguien amigo requiere también de cierto grado de admiración por su persona.

Otro aspecto no menos importante en esta materia es el de la necesaria reciprocidad de la amistad. La consideración de amigo es algo que debe ser mutuo entre dos personas que compartan esa condición.  No porque alguien nos considere sus amigos, estamos en la obligación de serlo. Las afinidades, si es que las hay,  son condición necesaria para la amistad. La amistad nunca puede ser decidida por una persona. Es cosa de dos. Cuando alguien nos concede el título de amigo, a veces hay que echarse a temblar. Ese "honor" conlleva exigencias que serán las más de las veces una pesada carga difícil de llevar.

Los amigos nos alegran la vida; los conocidos nos la complican. Su trato nos aburre y hace perder el tiempo.

Por último, como todo en la vida, la amistad requiere tiempo. Los años sitúan las cosas en su sitio, y solo con los años se tiene cierta idea que quienes son realmente amigos y quienes no. De nada sirve buscar la amistad de alguien; esta surgirá o no, de forma espontánea con el trato y el paso del tiempo.