Por Luis Ventoso
Fuente: ABC
24/12/2015
· Al PP lo aguarda un futuro difícil, pero arreglar el PSOE será un milagro.
El viejo Fraga, que tendía a confundir la actividad cerebral con el movimiento constante, tenía sin embargo intuiciones de enorme lucidez. Una de ellas, su legado, fue unir bajo un único paraguas a todo el conservadurismo. Ciudadanos, invento que ya se está revelando estéril y del que falta por saber quién lo ha financiado, pues un partido estatal no se monta con tres duros, ha mellado aquel valioso jarrón fraguista.
El voto de centroderecha se ha fragmentado. El segundo problema del PP es que se ha quedado antiguo (¡Arenas!, ay, todavía en el balcón de Génova) y anémico ideológicamente, porque leer el «Marca» resulta más ameno que leer a Popper, pero luego pasa lo que pasa… Su tercer hándicap es que el público vota en gran medida a tenor de lo que ve en la televisión, donde mayormente hoy se abrasa al PP, por cortesía de un modelo ideado por el propio PP.
Tras lo del domingo, Rajoy entra en fase crepuscular. Feijóo o Soraya, el que gane en lo que deberían ser ya unas primarias democráticas, lo tendrán muy difícil para alcanzar La Moncloa con comodidad (por lo dicho: el voto del centro-derecha se ha dividido y la televisión rema en contra). Pero aun así, lo suyo será un pícnic comparado con el panorama de Sánchez y el PSOE, que o giran de inmediato hacia la centralidad o van a repetir la historia del Pasok, el partido hegemónico griego que acabó en el chasis y en la irrelevancia.
El pecado original de este PSOE se llama zapaterismo. A veces personas de mentes mediocres resultan las más nocivas, porque se aferran con la tenacidad del fanático a una única idea. La de Zapatero era sencilla: a sus ojos, cegados por el rencor de la represalia a su abuelo republicano, el PP era el heredero directo del franquismo, ergo se trataba de un partido ilegítimo, al que tocaba aislar y destruir. El PP ya no era un adversario. Era el enemigo. Sánchez es hijo de esa idea y ha mantenido al PSOE muy escorado a la izquierda, pensando –erradamente– que así frenaría a Podemos. Pero la historia enseña que los bolcheviques siempre derrotan a los mencheviques, porque cuando la moda va de radicalidad, la gente se queda siempre con lo más nuevo y genuinamente radical.
Mintiendo y haciendo el ridículo, Sánchez habló el domingo de «un resultado histórico» del PSOE. La verdad es que ha obtenido 35 escaños menos de los que llevaron a Almunia a dimitir al instante. Ha empeorado la catástrofe de Rubalcaba. Se ha quedado a 1,7 millones de votos de un PP vapuleado por la corrupción y los sacrificios que exigió la crisis, cuando su objetivo era superarlo.
Su encrucijada no tiene alternativa buena. Rehén de su radicalismo, no puede cumplir su deber con España y facilitar la estabilidad permitiendo que gobierne quien ganó. Por otra parte, su primer objetivo en la vida no es el bien de su país, sino su ego. Lo que anhela es un acuerdo a la valenciana y ser presidente con Podemos, nacionalistas… lo que toque. Pero ahí lo frena (por ahora) el bastión andaluz, que aún conserva sentido de Estado. Si Sánchez apoya a Rajoy, malo. Si no lo apoya, peor. Todo huele a elecciones anticipadas, donde con este muchacho el centenario PSOE continuará tenaz rumbo a su meta: el Pasok.
Luis Ventoso
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