domingo, 23 de noviembre de 2014

Merluzos

Por Jon Juaristi


Fuente: diario ABC

23/11/2014

http://paralalibertad.org/merluzos/


· Los nacionalismos aniquilan el sentido del humor y la capacidad de ironía de las culturas locales.


Lo peor de los pequeños nacionalismos no es su complejo victimista de acreedores universales, sino su congénita impermeabilidad a la ironía. Al definir estrechos ámbitos locales como sujetos políticos soberanos, los nacionalismos impiden su inserción en contextos más amplios que permitan liberar la vida regional, comarcal o municipal de sus servidumbres políticas. Como observaron Deleuze y Guattari a propósito de las literaturas menores propiciadas por los movimientos nacionalistas, todo en ellas es político, porque no dejan espacio a la imaginación para otro tipo de mediaciones. Tienden, por tanto, a la literalidad, ignorando la figuración y el doble sentido. Pero no solamente los nacionalistas se ven confinados en la literalidad: también sus adversarios o teóricos adversarios.

El pasado jueves asistí en Bilbao a la ceremonia de entrega de los premios Euskadi de Literatura que otorga cada año el Gobierno vasco. Debía recoger de manos de la consejera de Cultura el premio de Ensayo que se me había concedido, y pronunciar un breve discurso, de dos minutos de duración, para agradecer el galardón y glosar mi reacción sentimental al mismo. Obviamente, mi corazón rebosaba gratitud hacia el jurado que había propuesto mi libro y hacia el Gobierno presidido por el lendakari Urkullu, que había tenido la deportividad de ratificar tal propuesta sin refunfuñar. Pero mis sentimientos eran ambiguos y complejos: un poco, si se quiere, agridulces. Por una parte, algunos nacionalistas (no muchos, es verdad) habían aprovechado la circunstancia para insultarme, como de costumbre, desde los medios de prensa de sus partidos. Por otra, algunos antinacionalistas se quejaban amargamente de que yo hubiera aceptado un premio del PNV.

Los premios Euskadi, sin embargo, no son del PNV. Yo nunca hubiera aceptado un premio Sabino Arana (en el imposible caso de que se me concediera), pero sí un galardón del Gobierno vasco. Distingo todavía entre instituciones del Estado y partidos políticos, cosa que no todo el mundo hace. Con todo, intenté dar a mi intervención un tono amablemente irónico. Para empezar, elegí como tema musical para la presentación del premio el Nereetorrera, del bardo Iparraguirre, que lo compuso a su regreso al País Vasco desde América, donde había pasado muchos años de exilio. Pero nadie sabe ya quién fue Iparraguirre, ni dentro ni fuera del País Vasco.

Saludé a los asistentes al acto y agradecí el premio en vascuence, y a continuación, en castellano, dije: «Ahora comprendo lo que debió de sentir Michael Corleone cuando, al comienzo de la tercera parte de ElPadrino, recibe una condecoración pontificia. Como él, no confío en que con este premio se me haya perdonado mi pasado gansteril, pero por algo se empieza». Titular del viernes en uno de los más importantes diarios no nacionalistas del País Vasco: «Jon Juaristi recibe el Euskadi de ensayo, “un inicio para que se me perdone”». En el texto de la noticia se afirma que yo he pedido perdón por mis críticas al nacionalismo durante el terrorismo de ETA.

En mi discurso, no pedí perdón a nadie. Ahora sí, pido perdón por intentar hacer un chiste en Vascolandia, cosa imposible, incluso en Bilbao, donde se hacían antaño buenos chistes (de guipuzcoanos). En su intervención, Bernardo Atxaga, ganador del premio Euskadi de Literatura de este año, se refirió a una redacción escolar de su infancia, muchas veces repetida, sobre un gato que entraba en una cocina y encontraba una merluza. Como metáfora me sirve: cuando uno entra en el País Vasco es inevitable encontrarse siempre con algún merluzo mediático.

Jon Juaristi

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