Por Hipatia de Alejandría
21/11/2014
Leo un artículo de Julián Schvindlerman titulado: "Cortázar y el terrorismo de izquierda" que me hace pensar. Cualidad esta, la de hacer pensar, que está presente siempre en los buenos artículos.
Habla el autor sobre un libro inédito de Julio Cortázar -Corrección de pruebas en Alta Provenza- , que encuentra por casualidad, y cuya lectura emprende tiempo después.
En el, el autor de Rayuela, relata el atentado de las olimpiadas de Munich de 1972, en el que un comando palestino asesinó a once atletas israelíes, y su discurso acaba situando la responsabilidad del terrorismo en otros causantes distintos que los terroristas.
A medida que crecemos, vamos "aprendiendo" el mundo. Los conceptos del bien y del mal, los relatos de la Historia, los dioses y demonios a los que adorar y odiar,...; y así, poco a poco, se va construyendo nuestra visión de mundo.
Lo delicado de este procedimiento de aprendizaje es el hecho de que en las etapas infantiles y juveniles, carecemos de elementos críticos para aceptar o rechazar ideología alguna. Nuestra vulnerabilidad es extrema.
La iconografía de personajes e ideologías, llega antes a nosotros que sus obras y efectos, y así, familarizados desde temprana edad con las imágenes, resulta fácil después aceptar los idearios.
El estudio de sus vidas y obras, la comparación y la reflexión, el conocimiento de la Historia -si es que la persona le dedica un mínimo esfuerzo a ello- harán que con el tiempo, todo ese panfleto ideológico sea depurado, desechando lo falso y guardando lo verdadero. Algunas creencias que se tienen en la niñez y en la juventud, con el paso del tiempo nos hacen sonreir.
Esa capacidad de equivocarse -tendencia al error, cabría decir- debería estar siempre presente, junto a las más firmes creencias. La memoria de los viejos errores, debería mantener viva una pequeña vocecita que nos recordase la posibilidad de estar equivocados.
Pienso -por ejemplo- en la la imagen del Che Guevara, formando parte de tantos pasiajes de juventud, sin el correspondiente conocimiento sobre el personaje. ¡Cuanta admiración absurda sin conocimiento ni fundamento alguno!.
Los demagogos están de moda. Siempre lo estuvieron. Y, con pícara astucia, siembran primero de símbolos la mente de los más jóvenes, para que después crezca mejor la ideología.
La observación que hace Julián Schvindlerman, sobre la discutible forma de ver el terrorismo de Julio Cortázar, hace cuando menos reflexionar sobre la santificación de ciertos mitos de la Literatura Universal.
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