domingo, 31 de julio de 2016

Torturar reses bravas: una tradición española propia de psicópatas

Hipatia de Alejandría

31/7/2016

En la España en la que vivo, se mantiene una negra tradición: la de torturar reses bravas.

No hay palabras para expresar el espanto que me produce pensar en el tormento al que se somete a los toros en estos crueles espectáculos. Mientras unos hacen de la tortura y muerte de estos animales un negocio, y otros acuden a las llamadas "plazas de toros" -plazas del horror, por mejor decir-, a divertirse con su martirio,  los demás vemos con tristeza que no hay forma de parar esta esta barbarie que se practica desde hace siglos.

Llamar Fiesta a un espectáculo en el que al compás de la música se tortura a un toro hasta la muerte, muestra lo peor de la condición humana. De pequeños, nos enseñan que el Hombre es el rey de la Creación; un ser que está por encima de las demás criaturas del reino animal, nos dicen. No es verdad. No lo estamos. El que tantas personas se diviertan con el martirio de los toros es prueba de lo contrario.

La contemplación de este martirio en la llamada "Fiesta Nacional" -que no es ni fiesta, ni nacional, a pesar de que la llamen así- produce un inmenso espanto en cualquier ser humano digno de tal nombre.

El refinamiento en la tortura a los toros ha llegado a tal punto, que no hay detalle, por pequeño que sea, que haya quedado fuera de control: Las formas de debilitar a los toros antes de que comience la lidia, las fases de la misma en las que se le pica para destrozarle los músculos del cuello e impedirle que levante la cabeza, el desangrarle para que pierda su fuerza, los "alegres" compases musicales que tapan los bramidos de dolor del animal, ... Todo forma parte de un cuidado y macabro ritual de sadismo.

Las corridas de toros son un horror. Los defensores de este macabro espectáculo se atreven a afirmar que "los toros no sufren". ¿Como es posible que los toreros, que han hecho de la tortura oficio, y sus cómplices, que acuden a las plazas, tengan la caradura de decir tal cosa?.

La reciente muerte de un torero mientras torturaba -toreaba, lo llaman los taurinos- a un toro, llenó las llamadas "redes sociales" de comentarios contra el y su familia, y otros tantos en su defensa. La crueldad y saña con que los toreros matan a los toros, no justifica decir barbaridades a su viuda o familia. No es mala cosa tener claro que son los torturadores de animales, los que están en el lado del mal. Los que defendemos un mundo más ético, dónde no se haga del sufrimiento ajeno un espectáculo, nunca deberíamos caer en el mismo error de lo que criticamos. Por eso, por humanidad, no se deben decir las cosas que se han dicho a la viuda y torero recientemente fallecido. Erradicar de una vez esta macabra tradición, pasará sin duda por una concienciación masiva de toda la sociedad, respecto del horror que supone la tortura de estos animales.

Las corridas de toros desaparecerán. Como acabaron en nuestra Civilización Occidental la quema de herejes en la hoguera, o la consideración de la Mujer como carente de derechos.

Lo importante es que toda la sociedad conozca las barbaridades y sufrimiento de los toros que hay en y tras una corrida de toros. Los taurinos, esconden con astucia muchos aspectos de las corridas, que por su dureza, decantarían a la Opinión Pública en su contra. Así, la retransmisión de las corridas por televisión o por radio, se hace habitualmente con sordina para que los aspectos más siniestros de la carnicería no sean conocidos. Recientemente escuché por radio la retransmisión de una corrida de toros. A las sandeces que decían los comentaristas del espectáculo, habría que añadir su picardía al no retransmitir el "sonido ambiente" de la plaza. Las que hemos presenciado en las plazas una corrida de toros, sabemos lo triste que es escuchar los bramidos de dolor del animal durante la lidia. En directo, en la plaza, la música suena para taparlos, sin conseguirlo del todo. En la televisión o en la radio, la técnica y retrasmisión desde un recinto cerrado, consigue que el truco resulte, y que el que escuche o ve la corrida por esos medios no perciba el llanto del toro. Todo lo tienen muy bien estudiado.

Otro aspecto macabro de este paleto espectáculo, es el de la gestualización del torero mientras tortura al animal. Es tremendo contemplar los gestos de burla y chulería de los toreros hacia un pobre animal que sufre y se desangra. Hace falta ser muy mala persona para burlarse de un pobre animal que nada les ha hecho, mientras lo torturan. Los toreros no son valientes, sino temerarios y desalmados. Son ejemplo de lo que nunca debería ser una persona

Todo está estudiado al milímetro en este sanguinario espectáculo, más propio de psicópatas que de gentes civilizadas. Llevamos siglos torturando toros. ¿No es suficiente ya?. ¿Cuantos  seres inocentes más quieren torturar?. ¿No han saciado ya su sadismo, ni ganado suficiente dinero con ello?.

Esperemos que este espectáculo cruel acabe pronto.




jueves, 14 de julio de 2016

ETA y el 18 de julio... de 1961

Por Gaizka Fernández Soldevilla

Fuente: El Mundo
Fecha: 15/7/2016






ETA surgió en 1958 con el objetivo último de continuar la Guerra de 1936, que la banda no entendía como una contienda civil sino como el último episodio de una supuestamente secular lucha de independencia contra el ocupante español. Desde un principio, la organización acusó al PNV de pasividad e inoperancia mientras se planteaba la utilización de la violencia. El Libro blanco de ETA (1960) establecía que 'la liberación de manos de nuestros opresores requiere el empleo de armas cuyo uso particular es reprobable. La violencia como última razón y en el momento oportuno ha de ser admitida por todos los patriotas'. No es de extrañar que el grupo se dotara de una 'rama de acción' que, en diciembre de 1959, se estrenó colocando tres explosivos caseros contra el Gobierno Civil de Álava, una comisaría de Policía de Bilbao y el diario Alerta de Santander.

Dos años después, ETA anunciaba que 'la Resistencia Vasca se prepara para una nueva fase de gigantescas proporciones. Preparémonos todos para la gran hora que se acerca'. El 18 de julio de 1961, hace ahora 55 años, los etarras quemaron tres banderas rojigualdas en San Sebastián y sabotearon la línea férrea por la que iba a pasar un tren de ex combatientes franquistas que acudían a la capital guipuzcoana para conmemorar el 25º aniversario del Alzamiento Nacional. Fue un fiasco. En vez de descarrilar, el convoy no tardó en continuar su trayecto. La esperada 'gran hora' todavía no había llegado. Ahora bien, el sabotaje tenía un gran valor simbólico: suponía una tentativa de venganza contra quienes en 1937 habían derrotado a los gudaris, de los que los autoproclamados nuevos gudaris de ETA se reclamaban herederos.

El frustrado descarrilamiento tiene otra lectura. Y es que el ataque estaba dirigido contra aquéllos a los que la organización definió como 'traidores a Euzkadi', es decir, los 'ex combatientes vascos franquistas'. Su sola existencia cuestionaba la interpretación de la Guerra Civil como una conquista española, ya que recordaba que una parte de los vascos había apoyado la sublevación del 18 de julio: Álava y Navarra fueron dos de las provincias que más voluntarios aportaron al ejército franquista. Era un dato que había que borrar de la Historia.

La Dictadura reaccionó con contundencia contra aquellos novatos adversarios. Las detenciones realizadas por las fuerzas policiales tuvieron un alto precio a nivel organizativo, lo que propició que un puñado de etarras cuestionaran la idoneidad de la 'lucha armada', prefiriendo tácticas de resistencia civil. Quizá dichas discrepancias estaban detrás del ambiguo tratamiento de la violencia que se plasmó en los Principios de la I Asamblea de ETA (1962): 'Se deberán emplear los medios más adecuados que cada circunstancia histórica dicte'. De cualquier manera, el debate fue efímero, ya que la mayoría de los etarras se posicionaron como firmes partidarios del empleo de las armas. Desde su punto de vista, se trataba del instrumento más efectivo para lograr sus objetivos políticos.

El hecho de que hubiese miembros de la organización contrarios a la violencia demuestra que ésta no era inevitable. Cuando los etarras comenzaron a matar no estaban cumpliendo con su ineludible destino, que no estaba escrito. Sus atentados no eran el último episodio de un milenario 'conflicto' étnico entre vascos y españoles, porque éste sólo existía en el imaginario bélico del nacionalismo radical. Y, desde luego, los integrantes de ETA no respondían como autómatas a una coyuntura concreta. Es cierto que el marco dictatorial, que abocaba a los disidentes a la cárcel o a la clandestinidad, volvía muy atractiva la 'lucha armada' a ojos de las fuerzas antifranquistas, pero la casi totalidad de ellas se enfrentaron a Franco sin mancharse las manos de sangre.

Los jóvenes activistas de ETA estaban sometidos a la influencia de otros factores. En el orden externo, además del ultranacionalismo español y del centralismo del régimen, cabe mencionar el sentimiento agónico que les causaba el retroceso del euskera y la llegada de miles de inmigrantes, vistos como colonos, así como la adopción como modelo de los movimientos anticoloniales del Tercer Mundo. En el plano interno hay que señalar el nacionalismo vasco radical, el odio derivado de una lectura literal de la doctrina de Sabino Arana, el ya mencionado relato acerca de un secular 'conflicto', el deseo de vengar a los viejos gudaris de 1936 y las ansias de superar al PNV. 

Sin embargo, por mucho que condicionaran a los etarras, tales elementos no determinaron su actuación. Basta comparar la trayectoria de los miembros de ETA y la de los de EGI -las juventudes del PNV- o incluso la de Los Cabras de Xabier Zumalde, la primera escisión militarista de la banda. Unos y otros estaban influidos por todos los factores que se han enumerado en el presente párrafo, pero sólo los etarras decidieron matar.

ETA no se decantó definitivamente por la violencia hasta el 2 de junio de 1968, día en el que su órgano dirigente tomó la resolución de preparar el asesinato de José María Junquera y Melitón Manzanas, los jefes de la Brigada Político-Social de Bilbao y San Sebastián respectivamente. El encargado de planificar y comandar esta última operación era Txabi Etxebarrieta, quien en el manifiesto de ETA para el Aberri Eguna había asegurado que 'para nadie es un secreto que difícilmente saldremos de 1968 sin algún muerto'.

Cinco días después de aquella reunión, el automóvil robado en el que viajaban Txabi y su compañero Iñaki Sarasketa tomó la carretera Madrid-Irún, que se encontraba en obras, razón por la que los guardias civiles José Antonio Pardines y Félix de Diego Martínez estaban regulando el tráfico, cada uno en un extremo del tramo afectado. El control de Pardines se situaba a la altura de Villabona (Guipúzcoa). Allí, como parte de la rutina, detuvo sucesivamente a una serie de vehículos. El último de ellos era el de Etxebarrieta. Cuando el agente comprobó que los números de la documentación y del bastidor del coche no coincidían, Txabi tomó una decisión trascendental: disparó a Pardines por la espalda. El guardia se desplomó y, una vez en el suelo, Etxebarrieta lo remató de tres o cuatro tiros en el pecho.

Unas horas después la espiral de acción-reacción que había puesto en marcha, se llevó por delante la vida del propio Txabi en un confuso tiroteo que se entabló con agentes de la Benemérita en Benta Haundi (Tolosa, Guipúzcoa). Al comprobar la solidaridad popular que despertó esta muerte, que ocultó la de Pardines, una nueva sesión del órgano dirigente de ETA reactivó la operación: el 2 de agosto un comando asesinó a Manzanas. El régimen franquista reaccionó tal y como la organización esperaba: con una represión torpe y brutal, que los etarras utilizaron como justificación para cometer nuevos atentados...

Según el Informe Foronda de Raúl López Romo, la apuesta de ETA por el terrorismo ha causado 845 víctimas mortales, por no hablar de las personas heridas, secuestradas, extorsionadas, exiliadas o amenazadas. Ésa es su responsabilidad. Ahora bien, lejos de asumirla, el nacionalismo vasco radical sigue aferrándose a la narrativa del 'conflicto', que le permite dotar de un sentido trascendental a todo lo que hicieron los etarras y quienes les aplaudieron. Sirve para legitimar aquello que, de otro modo, serían simples crímenes. Su empeño en blanquear el pasado de la banda implica mantener el caldo de cultivo que ha nutrido de significado al odio y la violencia. Los historiadores tenemos el deber cívico de hacer algo al respecto: investigar con seriedad, rigor y método para divulgar los resultados entre la ciudadanía. Sólo con un doloroso pero cauterizador examen crítico de nuestro pasado reciente podremos evitar que los hechos queden sepultados por el olvido, las medias verdades o las mentiras interesadas.

jueves, 7 de julio de 2016

Sanfermines

Los Sanfermines son recibidos cada año por estas fechas con euforia. Miles de personas, celebran la llegada de la fiesta como si hubieran llegado por fin al paraiso.

Pero los que no celebran precisamente el paraiso, son los toros que cada día de esas fiestas son torturados hasta la muerte en la plaza de toros de Pamplona.

Es un horror, que la diversión de los seres humanos se base en el el  sufrimiento seres nobles e inocentes como los toros. Sueño con que un día esta barbaridad solo forme parte de un triste recuerdo.

Viendo como se divierten algunos seres humanos, uno siente vergüenza ajena de pertenecer a la raza humana. Tal vez la más inhumana de las especies. "Monos locos" es lo que somos, divirtiéndonos con el sufrimiento ajeno e incapaces de la más elemental empatía con un pobre animal que nada nos ha hecho, al que torturamos hasta la muerte.

Algo no va bien en un país cuando cada año tanta gente se divierte con el martirio de reses bravas. Ver con naturalidad la violencia no parece el mejor modo de erradicar la violencia. 




martes, 5 de julio de 2016

El marciano que aterrizó en Madrid

Por José García Domínguez 

Fuente: Libertad Digital
Fecha: 5/7/2016



Mientras Luis de Guindos celebra que su firme apuesta por la mediocridad continúa dando los frutos esperados, con todos esos nuevos empleos temporales de camarero, friegaplatos y cajero de supermercado que airean eufóricos los medios de comunicación afines, imaginemos que un marciano aficionado a la economía aterrizase con su platillo volante en la Puerta del Sol de Madrid. Nuestro alienígena, una vez liberado de la escafandra preceptiva en todo viaje espacial, trataría, sin duda, de formarse un juicio personal sobre esa pintoresca península terrícola por medio de algunas pesquisas muy básicas. Así, el hombrecillo verde acusaría recibo, de entrada, de los dos indicadores socioeconómicos más notables del territorio en cuestión. Por una parte descubriría, acaso con alguna sorpresa, que la tal península resulta ser uno de los rincones del planeta con menor tasa de natalidad. Habría ido a caer en un sitio donde no nace casi nadie desde 1974. Por otra parte, igual descubriría que los contados homínidos que ven la luz en ese perdido rincón del Cosmos poseen la inmensa fortuna de contar con una de las tasas de graduados universitarios más altas del Universo.

El azar lo habría empujado, pues, a un curioso paraje donde son muy pocos y, además de ser muy pocos, disponen de formación superior, si no la mayoría, casi. Así las cosas, ¿cuál sería la conclusión primera que extrajese un economista de tres cabezas y cinco piernas formado en la mejor universidad privada de Marte? Sin duda, daría por hecho que, siendo tan pocos y estando tan bien formados, los sueldos medios de esos afortunados terrícolas, los llamados españoles, necesariamente deberían resultar muy altos, de los más altos del Sistema Solar. A saber qué caras pondría el pobre marciano tras descubrir que, en los antípodas de su impecable conclusión lógica, esos homínidos meridionales se llevan a casa, también en promedio, unos de los sueldos más míseros y raquíticos de cierto club que ellos llaman Unión Europea. Perplejo y desorientado, es probable que nuestro desolado marciano pidiera entonces consejo a sus colegas locales, los economistas de una sola cabeza (en el mejor de los casos) que imparten ciencia en los medios de comunicación locales. Y ellos le aclararían que el gran problema de los terrícolas españoles es que no son como los esforzados terrícolas chinos.

Los terrícolas chinos, le dirían, son muy competitivos porque ganan menos. Así de simple. No del todo convencido, el marciano buscaría entonces la lista de los terrícolas más competitivos con la esperanza de darse de bruces con algún chino famélico en el primer puesto. Pero, oh sorpresa, ni rastro de los chinos en ese podio. Porque los terrícolas más competitivos resultan ser unos que se llaman suizos. ¿Y los suizos en cuestión cobran poco? Oh sorpresa (y ya van dos), los trabajadores suizos, lejos de cobrar poco, son los que reciben los sueldos medios más altos de todo su mundo. Instante procesal en el que una de las tres cabezas de nuestro visitante sorprendería a las otras dos al concluir que la competitividad no es el resultado de pagar sueldos de risa a los trabajadores sino todo lo contrario, la premisa que hace posible abonarles salarios muy altos. De ahí que Suiza sea tan competitiva al tiempo que sus empresas pagan salarios altísimos a sus empleados. Porque simplemente es falso, queridos marcianos de aquí y de Marte, que para devenir más competitivos tengamos que bajar los sueldos a la gente, la famosa moderación salarial. Porque la clave de la competitividad de Suiza nos son sus sueldos, sino su productividad. ¡Es la productividad, estúpidos!

Fuente de la imagen: http://es.123rf.com/photo_20483511_ilustracion-de-dibujos-animados-de-tres-extranjeros-divertidos-o-marcianos-personajes-de-comic-con-u.html

Otra vez el desarme

Por Santiago González 

Fuente: El Mundo 
Fecha: 6/7/2016


Lo malo de los políticos de ahora es que están demasiado influidos por el cómic. El lehendakari del Gobierno vasco, un suponer, había tenido ensoñaciones sobre la entrega de las armas por parte de la banda terrorista. La cosa no iba más allá de la fantasía de considerarse a sí mismo Julio César en la primera aventura de Astérix y creer que Josu ‘Ternera’ era Vercingétorix, depositando a sus pies todas las armas de los galos.

Era una fantasía, ya digo. Cada vez que hizo una insinuación en tal sentido, ETA la rechazaba con muy poco respeto. En diciembre de 2014 propuso Urkullu la creación de un comité vasco de desarme, ante el cual debería comprometerse la banda a dejar las armas, sin mediación del Gobierno de Rajoy, porque un proceso acordado con el Gobierno español, decía entonces, «no podía salir bien». El plan no podría salir bien porque ETA era más partidaria de entregarle la ferralla a la Guardia Civil, un enemigo a su altura, que al Gobierno vasco, a quien entonces pretendía disputar los derechos de primogenitura del nacionalismo vasco.

Año y medio después, Iñigo Urkullu pide pasos a Rajoy y a ETA, en un plan de negociación para posibilitar la investidura de Rajoy. Exige al primero que en el plazo de un año ceda la competencia de prisiones y acabar con la dispersión de los presos y a la banda que se disuelva. En este punto habría que aclarar que si la competencia de prisiones no está en manos del Gobierno vasco es porque éste no ha querido, o, por decirlo en un lenguaje más adecuado, porque no pusieron el interés que el caso requería.

Muy probablemente porque reclamar la transferencia mientras ETA seguía matando gente era una cuestión muy comprometida y pensaron entonces que era preferible dejarlo correr. De otra forma no es comprensible que la Generalidad de Cataluña tenga la competencia transferida desde 1995, hace nada menos que 31 años.

No parece que el lehendakari Urkullu sea el más indicado para impartir doctrina sobre la eficacia a la hora del desarme de una banda terrorista después de haber avalado el esperpento representado por la banda terrorista y los mediadores internacionales, si es que a ustedes les suena el nombre de Manikkalingam, un líder natural en las artes de la mediación. En febrero de 2014, este hombre y sus compañeros vinieron a verificar el desarme de la banda, mediante el sellado de su armamento. Como en su día escribió Florencio Domínguez, lo difícil era armarse. La historia de las organizaciones terroristas demuestra la facilidad del desarme sin mediación alguna, cuando hay un poco de voluntad.

Manikkalingam y los suyos no eran en realidad verificadores, sino notarios de Urkullu: se limitaron a dar fe de lo que ETA afirmaba: les enseñaron unas pocas armas que no les dejaron examinar, las metieron en una caja de cartón que sellaron con cinta de embalar y se la llevaron. Por otra parte, ni el lehendakari ni el nacionalismo en su conjunto necesitan verificación. Con que ETA se autoverifique a ellos ya les vale. Qué larga está resultando esta pamema.


Santiago González Díez (Burgos, 1950)

Mi reputación

Por  Arturo Pérez Reverte

Asunto: Mi Reputación

¡¡En los últimos tiempos mi vida se complica!!

No obstante, agradezco a todos mis amigos que todavía se atrevan a relacionarse conmigo, a pesar de todos mis defectos:

* Nací blanco, lo que hace de mi un racista

* No voto a la izquierda, lo que hace de mi un fascista.

* Soy cristiano, lo que hace de mí un perro engañado (segun los moros).

* Yo reflexiono sin creerme todo lo que la prensa me dice, lo que me hace un peligro reaccionario.

* Valoro mi identidad y mi cultura, lo que hace de mí un xenófobo.

* Me gustaría vivir con seguridad y ver a los delincuentes en la cárcel, lo que hace de mí un bastardo torturador.

* Creo que cada uno debería ser recompensado según sus méritos, lo que hace de mí un egoista antisocial.

* Estoy orgulloso de ser español, lo que atenta contra la libertad y el derecho a decidir democráticamente de los pueblos oprimidos.

* He sido educado en valores y principios, lo cual hace de mí un carca que se opone al bienestar social.

* Creo que la defensa de mi país es cosa de todos los ciudadanos, lo cual hace de mi un militarista asesino.

* Además tengo un pequeño negocio de barrio,soy empresario
Lo cual lejos de emprendedor que arriesga con ánimo de riqueza propia y ajena con empleo soy un explotador de la clase trabajadora...

Pues nada. He aquí una breve reseña de mi mala reputación...

Pero, al menos somos varios: el amigo que me ha enviado el mensaje, tú que lo recibes y yo!

Un saludo.


Arturo Pérez-Reverte Gutiérrez (Cartagena, 1951)

Contra el odio

Por Serafín Fanjul 

Fuente: ABC
Fecha: 26/4/2016

Serafín Fanjul García (Madrid, 1945) 
Arabista español, miembro de la Real Academia de la Historia



Bandas de rubicundos jóvenes airados asaltan a viejecitas musulmanas que aguardan el autobús, otros salvajes similares manosean y –si pueden– violan a moritas con pañoleta y todo, azuzados por párrocos trabucaires empeñados en ofrecerles el Paraíso a precio de ganga, mientras círculos más exquisitos perpetran sangrientos atentados allende: comandos de bávaros, suecos o leoneses meten bombas en el metro de El Cairo, en los simpáticos ómnibus rurales de Gran Cabilia, en los cines de Casablanca. Su justificación siempre es la misma: lo hacen por Dios para doblegar a los infieles y llevarlos al buen camino.

En el ínterin, flotillas de pateras zarpan atestadas de bretones, murcianos, hamburgueses (y hamburguesas) desde el cabo de Gata, Zahara de los Atunes, Fuengirola… En el mar de Alborán las humanitarias Armadas de Argelia, Marruecos y Túnez ayudan a llegar a las playas a los inmigrantes que, no por hambreados, han renunciado al rencor. Pero allí mismo, en la beiramar, les esperan imanes bondadosos y jovencitas solidarias, con su buen velo por la cara, que les brindan tisanas y mantitas.

Y mientras numerosas asociaciones cívicas –de las que tanto abundan en los países musulmanes– y seráficos alcaldes e inexistentes alcaldesas defienden su derecho a entrar por donde les pete, sin documentación ni permiso alguno, el Gran Sheij de al-Azhar, prevaliéndose de su autoridad moral, sentencia que el cristianismo es una religión de paz porque, no nos confundamos: no todos los cristianos son terroristas y no debe incitarse al odio contra ellos, ni siquiera exhibiendo inanes pancartas, o camisetas no menos bobas pero a la moda, con leyendas tales como «Yo también soy El Cairo», «A mí también me mataron en Cabilia» o «Yo también soy [el periódico] al-Ahram», víctimas todas de la vesania cristiana. Las llamadas contra el odio proliferan y se habla de endurecer los códigos penales para mejor perseguir a quienes rezonguen por los atentados. Pero dejemos el chiste.

Ante el panorama actual, con gobiernos europeos que proclaman a gritos su inepcia cuando no su connivencia –¡qué decepción, Sra. Merkel!– con el chantaje turco, refugiados mediantes, o la incapacidad de combatir de manera radical el terrorismo islámico, resurgen entre nosotros (no sólo en España, no nos creamos tan excepcionales) los espectros de Franz Fanon, Susan Sontag, Eduardo Galeano, Chomsky… que vienen a regañarnos de nuevo por nuestras maldades. Frente a la invasión incontrolada y el terrorismo, más incontrolado aún, imitadores poco instruidos –¿ustedes se han percatado de cómo habla y escribe la alcaldesa de Madrid?– no se apean de las cantaletas de los años sesenta sobre «nuestras culpas» en el Tercer Mundo. Descubridores, eso es lo que son: unos descubridores, de cerebros lúcidos y generosidad insobornable. Si achicharran con bombas o metralla a europeos de acá o acullá es porque algo habremos hecho.

Todos, en bloque, sin matices temporales, ni nacionales o de ocasión, rediviva la aburrida tesis de las culpabilidades colectivas: todos los judíos, todos los alemanes, ahora todos los europeos. Desde Rómulo y Remo hasta el último crío nacido en Manoteras, inmigrantes excluidos, claro.

Estamos condenados a «reflexionar sobre cómo se engendró» el odio que pone las bombas, mientras los escrachistas profesionales lucen careta de buenistas y justos jueces. Quienes sostuvieron, sin inmutarse ni soltar la carcajada por su propia impudicia, que J. M. Aznar fue el culpable de las bombas de Atocha, en estos momentos regresan con argumentaciones infantiles de buenos y malos y sin más conocimientos sobre el islam que sus mismos lemas y consignas.

Es preferible flagelarnos con oscuras culpas a reconocer que la Primavera Árabe fue una filfa sangrienta desde sus inicios; que Estados Unidos juega una carta de doblez infinita consintiendo que el absceso del Estado Islámico (en árabe se llama Dawlat al-islam o ad-Dawla al-Islamiyya, o sea «Estado Islámico»: aclaración para periodistas amigos y tertulianos varios) se eternice en el costado europeo, porque es, literalmente, increíble que con los medios de detección, comunicación y destrucción de que dispone la aviación americana no hayan podido en más de dos años acabar con las caravanas de miles de camiones que roban el petróleo hacia Turquía; es imposible ignorar que ese país está utilizando a los refugiados para extorsionar a la Unión Europea, mientras soltamos dineros que se comerá la corruptísima burocracia turca y se avanzan promesas de integración total en Europa y vista gorda para poder exterminar impunemente a los kurdos; desconocer que Arabia Saudí niega con una mano cuanto hace con la otra y olvidar, en suma, que hasta la intervención rusa nadie intentó frenar en serio a los terroristas constituidos en estado.

Yel terrorismo islámico, bien clavado en el corazón de Europa, gracias a unos políticos que –en casi todos los países– no quieren asumir responsabilidades más crudas que incómodas y se atrincheran tachando de racistas, xenófobos o nazis a quienes tan sólo se han cansado de padecer los efectos de tanta incompetencia: en Alemania, Pegida y Alternative für Deutschland son –dicen– nazis; en Francia, el Frente Nacional es fascista; en Bélgica buscarán por algún resquicio la sombra de Leon Degrelle; en España, cualquiera que disienta del rebaño, facha.

Si gentes de una religión y pretensiones muy claras y determinadas ponen bombas, el problema no son ellos sino el racismo, pero yo no veo a los cruzados, ni a otros cristianos actuales, asesinando, quemando, violando o esclavizando a nadie en Asia, África o Europa. Si de una tacada asesinan a doscientas personas o incendian cinco iglesias coptas, bandadas de periodistas de por acá nos previenen de los peligros de la xenofobia, porque no todos los musulmanes son terroristas, aunque nadie pueda mostrar sino casos –por fortuna raros– aislados y bien condenados de acciones contra inmigrantes. Puestos a censurar el odio sólo recuerdan el de menor cuantía y gravedad.

Absténganse de opinar los familiares de los muertos en Madrid, Londres, París o Bruselas, las chicas sobadas o violadas en Colonia o los cristianos degollados por el Estado Islámico: aquí sólo hay sitio para los belgas del rey Leopoldo en el Congo de hace un siglo, los colonos franceses de Argelia o los jawagas de Egipto por las mismas fechas. ¿De verdad los políticos creen que Europa no despertará nunca y les pedirá cuentas?

lunes, 4 de julio de 2016

José Luis Corcuera Cuesta

Por Francesco Napoli

4/7/2016

Hace tiempo que los políticos españoles no tienen buena imagen en la sociedad. La cosa tiene su gracia, ya que dichos políticos no proceden de lejanas galaxias, sino que salen de la misma sociedad que los critica.

Dos son las críticas principales que se les hace a los padres de la patria. A saber: utilizan los cargos públicos para engordar sus patrimonios, y carecen de ideas y convicciones a la altura de los problemas del país que en teoría deberían resolver.

Lo primero que habría que puntualizar es que la generalización de estas acusaciones no es ni justa ni razonable. Que cada cual aguante con sus carencias morales o culturales, o bien disfrute de los merecidos reconocimientos.

Escuchando a algunos políticos, discursos huecos, uno se malicia similares oquedades en sus cerebros. Ser original y no decir cual loro, las estupideces que el político de la competencia -incompetencia, por mejor decir- repite a diario, es señal de sensatez. Si además, se ha dedicado buena parte de la vida al estudio y reflexión sobre las materias importantes de la vida, estaremos en el buen camino para ejercer con dignidad ese importante oficio que es el de la política.

"A la política hay que venir aprendido", ha dicho alguno. Y no le falta razón. Nadie en sus cabales, pondría a los mandos de un avión a un aspirante a piloto, para que fuera aprendiendo, antes de asegurarse de que sabe lo necesario para hacerlo. 

Seguramente para ser bueno en algo, debe comenzarse desde abajo. La observación de personas que son ejemplos y referentes en lo que se desea aprender, es asunto principal en lo que comento.

La cosecha de la política actual española da poca cosa. Hay mucha mala hierba, y poco fruto.

Lo paradójico -parajódico diríase- es que algunos de estos políticos mediocres,  creen que se les podría comparar con Wiston Churchill. El esperpento, pues, está servido. A esta hornada de políticos descafeinados, no les adorna la prudencia; y esta es tan necesaria a los necios, que incluso el más imbécil, con ella lo parece menos.

Una de las características más importantes de un político debería ser la de estar arropado por grandes cantidades de sentido común, que a pesar del adjetivo, es el menos común de los sentidos. Ya lo dijo Descartes, y lo dejó por escrito para que no se nos olvidara: "El sentido común es la cosa mejor repartida del mundo, ya que ni siquiera las personas más exigentes desean en esto, más del que ya tienen".

Desde hace unos meses, el que fuera y es, político del Partido Socialista Obrero Español, José Luis Corcuera Cuesta (Pradoluengo, Burgos, 1945), interviene en las tertulias televisivas de 13tv. 

Ministro de Interior en uno de los gobiernos del también socialista Felipe González, entre 1988 y 1993, no parece Corcuera hombre muy dado a retóricas ambiguas. Se le entiende lo que dice, y la verdad, se le agradece esa claridad expositiva. Los años en los que estuvo al frente del Ministerio de Interior, no debieron ser fáciles para el. Los asesinos de la banda terrorista ETA mataron a muchos inocentes en aquellos tiempos de triste recuerdo.

Los mamporros, eso si, dialécticos, que el señor Corcuera propina a algunos zascandiles que dirigen en estos tiempos el PSOE, son de órdago a la grande. Escuchando a este hombre hablar con claridad y sentido común, uno recuerda porqué hace años votaba al Partido Socialista. Y digo votaba, porque desde que llegó Zapatero con sus dislates, y Pedro Sánchez como continuador de despropósitos, me es imposible hacerlo. Entre todos, Zapatero y sus ministras, Pedro Sánchez,... me vacunaron para no votar al PSOE. Algo deberían preguntarse los aludidos, Zp y Pedro Sánchez, para que mucha gente que votábamos al PSOE, ya no nos atrevamos a hacerlo.

El señor Corcuera plantea un cambio de estrategia en su partido. Sobran gentes difusas incapaces para dirigirlo; y se requiere un discurso común en toda España, que haga las ideas del PSOE entendibles en todo el territorio nacional. No es un mal planteamiento, para renovar un partido que ha sido y debería seguir siendo importante en España.

No es cuestión de decir cursilerías, y menos aún escribirlas, pero creo que el señor Corcuera, merecería ser un referente en Partido Socialista. Escuchando a políticos como el, los tiempos de la idiocia en los que vivimos, parecen superables.



José Luis Corcuera Cuesta (Pradoluengo, Burgos, 1945)
Político español, miembro de Partido Socialista Obrero Español,
Ministro de Interior del Gobierno de España, entre 1988 y 1993








No suele salir nada bueno del odio

Por Hipatia de Alejandría

4/7/2016


Recientemente se han repetido las Elecciones Generales en España. Esa nueva estirpe de "salvadores nacionales", al estilo del viejo General -Francisco Franco, para los que no sepan  a quien me refiero- se ha presentado a las mismas en unión de las gentes de Izquierda Unida.

El matrimonio, no ha sido venturoso, toda vez que los resultados no han sido tan hermosos -para ellos, que si para el resto de españoles- como esperaban; y así las cosas, andan los podemitas a la búsqueda de las razones que expliquen la escasez de votos recibidos, en comparación con los esperados.

Los podemitas, tienen mal perder. Convencidos como están de ser los poseedores a tiempo completo de la verdad, no entienden que la mayoría de los españoles voten a partidos políticos distintos de su formación. Lo cierto es que a esta banda mucha gente les tiene "calados". Sabe lo que son e intuye hacia dónde quieren conducir a este país.

Un tipo como Pablo Iglesias, capaz de decir las burradas que dice, no es de fiar. Su amor por los métodos guillotinescos revelan al dictadorzuelo que lleva dentro. Por suerte, en estos  tiempos, muchas de las barbaridades que ha dicho están grabadas y a la vista de cualquiera que quiera dedicar un par de minutos a buscarlas en Internet.

Un tipo que es a la vez  comunista, socialdemócrata, o lo que sea menester para engatusar al personal, no es político serio sino cantamañanas dispuesto a calzarse el disfraz más apropiado para pescar votos en río revuelto. 

Pero viéndosele el plumero, como se le ve, hay una parte de votantes, los más jóvenes, que son presa fácil para el. La gente joven, a menudo con poco conocimiento de la Historia, ni del Comunismo y sus "logros", es carne de cañón para este vendedor de crecepelo.

Sus métodos, absolutamente infames revelan la clase de personaje que es. Recuerdo una conferencia que pretendía dar Rosa Díez, en la Universidad Complutense de Madrid, y como el "democrático" Iglesias en apariencia uno más de los reventadores del acto, daba instrucciones a los estudiantes  para que lo reventaran. Lo cual, efectivamente, hicieron. Al bajo estilo de reventador de actos públicos ajenos, se une en este caso, la desvergüenza del señorito Iglesias que negó todo al día siguiente.

No hay un lugar en el mundo en el que el comunismo haya mejorado las condiciones de vida de la gente. La historia ofrece muchos ejemplo de ello.

Es deseable, que la gente más joven, que nutre de votos a estos iluminados de Podemos, se entere de lo que daría de si esta opción política, si alguna vez llegara a gobernar.

Por último, el odio que destilan los podemitas y muchos de los que les votan, deberían hacer reflexionar sobre lo que puede dar de si esta gente. No suele salir nada bueno del odio.




domingo, 3 de julio de 2016

Topos

Por Jon Juaristi

Fuente: ABC
Fecha: 3/7/2016



Los viejos topos de la Historia no son astutos, salvo los de Pontevedra


En la consternación de la semana posterior a su derrota, los residuos sólidos del comunismo español han tocado todos los palos posibles: el del pucherazo, el del amor traicionado y el de las purgas necesarias. Alguno, más leído, ha hablado de temporalidades, de revolución paciente y de la astucia del viejo topo de la historia. Al viejo topo de la historia se refirió Marx en su panfleto antibonapartista de 1852, El 18 Brumario de Luis Napoleón, pero sin atribuirle astucia. Marx tomaba la imagen del topo (la mitad de su metáfora) de Hamlet, cuyo protagonista llama así al fantasma de su padre, que va hundiéndose en la tierra mientras exige del tortuoso príncipe de Dinamarca que jure vengarle. Hamlet no llama topo al espectro porque lo crea astuto, sino porque no deja de perforar el subsuelo (hasta el infierno, se supone). Los topos no son astutos, sólo cegatos e impulsivos.

Esa tontería del viejo topo me ha traído a la memoria uno de los chistes bilbaínos más viejos de la historia, tanto por viejo como por topo. Es, como los viejos chistes de la Bilbao liberal, un chiste a expensas de los campesinos carlistas. Pachi (o Chomín), estereotipo cómico del aldeano, logra capturar al topo que le ha estado destrozando el patatal. Para celebrarlo, paga una ronda a los amigos en la taberna del pueblo. Uno de ellos le pregunta: «Y al topo, ¿qué le has hecho pues?». Y Pachi contesta: «Primero pensé en echarlo en aseite hirviendo, pero poco castigo me paresía pa lo que se merese. Así que ¡lo he enterrao vivo!».

Inevitablemente, el chiste me ha llevado a pensar en Pedro Sánchez y en su firme decisión de votar no a la investidura de Rajoy. También en Rivera, aunque su estolidez sea de segundo grado: quiere parecer más enemigo de la corrupción que los del PSOE, y de ahí que mantenga su veto personal a Rajoy, por más que se condene así al aislamiento y despierte las iras de quienes se han jugado su prestigio al apoyar por segunda vez a Ciudadanos, como mis amigos Espada, Azúa y Pericay.

Rivera es un inquisidor, según perfectamente lo definió Rajoy. Lo de Sánchez resulta más grave. Que el segundo partido de España tenga al frente a un tipo que razona como el aldeano del chiste me parece terrible. Veamos: Pedro Sánchez, y con él todos los diputados de su grupo, votarán no a la investidura de Mariano Rajoy para impedir que gobierne. Pero si Mariano Rajoy no fuera investido a causa de los votos negativos del PSOE, sumados a los de los residuos sólidos y de los regeneracionistas incorruptibles, ¿quién gobernaría España? La respuesta es muy sencilla: Mariano Rajoy, el topo enterrado vivo. Por lo menos, hasta unos nuevos comicios en los que, previsiblemente, el PSOE conseguiría llegar al nivel alcanzado el pasado domingo por Unidos Podemos, estos al de Ciudadanos, y Rivera y sus muchachos al de UPyD.

Rajoy debe de estar bailando jubilosas muñeiras. Su mayor problema, de aquí a la investidura, será tratar de que Sánchez no se eche atrás y acabe cediendo a los que, en su partido, le imploran que opte por la abstención generosa. Por eso insiste tanto el presidente en el argumento de que hay que dejar gobernar al partido más votado y en su oferta de la gran coalición constitucionalista. Es decir, en las dos murgas que tanto furor labriego despiertan en Pedro Sánchez. Qué cuco, qué astuto el topo Mariano, más listo que el de Le Carré. De rebote, mantendría a Rivera y a sus huestes prisioneros de sus escrupulillos de damas por la decencia y las buenas costumbres. En fin, que, con suerte, esta vez no tendrá ni que negarse a afrontar el trago de la investidura. Qué grandiosa perspectiva, la de todo un otoño para descansar.



Jon Juaristi Linacero (Bilbao, 1951)

sábado, 2 de julio de 2016

Locos por los libros raros y caros

Por  José F. Leal 

Fuente: El Mundo 
Fecha: 23/4/2006


Exquisitos, celosos, fetichistas y dispuestos a dejar energías y fortunas con tal de conseguir lo que han estado buscando, en muchos casos, durante años. Los bibliófilos españoles no presumen en público de sus logros; sólo lo harían para dar envidia a un competidor. Magazine visita a cinco de nuestros principales coleccionistas y hojea sus mejores joyas literarias. 



Cuenta Umberto Eco que todo coleccionista de libros sueña de manera recurrente con una viejecita que, por necesidad, acude a él con la intención de desprenderse de un viejo libro. El bibliófilo recuenta las líneas de algunas páginas y comprueba que, efectivamente, suman cuarenta y dos y que se trata de una de las biblias de Gutenberg, el primer libro impreso de la historia, en 1454. Sigue soñando, para "calcular que a la viejecita le quedan pocos años de vida y que necesita de curas médicas. Por ello, decide ahorrarle el encuentro con un librero deshonesto, que quizá le daría sólo minucias, y le ofrece, en cambio, 100.000 dólares, con los cuales ella, extasiada, renovaría su vestuario hasta el día de su muerte y él conseguiría así un tesoro para la propia casa". Por una sola hoja de la Biblia Sacra Mazarinea, recientemente se han llegado a pagar 18.000 euros.

"De ésos, bibliófilos apasionados y entendidos, en España se cuentan con los dedos de las manos", afirma Luis Bardón, quizá el librero de mayor prestigio patrio. Antes de la Guerra Civil, su padre tuvo en su poder las dos partes de la primera edición de El Quijote, que acabó vendiendo, claro, aunque no dice a quién. "Tardó bastante tiempo en venderlas, ya que su precio rondaba las 150.000 pesetas y con ese dinero entonces se compraba un edificio de la Gran Vía", afirma. Actualmente se conoce el paradero de 23 ejemplares de aquella edición princeps —la primera de todas— de Juan de la Cuesta, la mayoría en manos de instituciones. Si alguno de ellos saliera al mercado, alcanzaría un precio cercano al millón de euros.

Exquisitos, pero también celosos, fetichistas, amantes de lo raro, de la pieza de culto... Así son los coleccionistas de libros. Por tradición, el mercado español es más pequeño que el británico, el francés o el ita-liano, y está muy limitado a las publicaciones nacionales, cada vez más escasas, ya que muchas acaban en bibliotecas de organismos públicos.

También viene de lejos su condición de profesionales liberales. Desde el siglo XIX —sobre todo a raíz de la desamortización eclesiástica de 1836, cuando se formaron grandes bibliotecas privadas—, abogados, políticos y empresarios han competido con la nobleza en su afán coleccionista. Lo fueron, entre otros, Godoy, Agustín Durán, Vicente Salvá, Bartolomé Gallardo o Menéndez Pelayo. También fueron grandes bibliófilos el Conde Duque de Olivares, los duques de Medinaceli, de Osuna, de T’Serclaes, y su hermano, el marqués de Jerez de los Caballeros, que en 1902 vendió la mejor colección privada del momento al magnate norteamericano Archer M. Huntington —que a la par adquirió parte de la colección de Cánovas del Castillo, dueño de 30.000 libros—, lo que provocó cierta alarma social entre los intelectuales españoles. Huntington tuvo que prometer a Alfonso XIII que no expoliaría el patrimonio bibliográfico español y, al cabo de dos años, fundó la Hispanic Society of America.

Hoy han tomado el relevo académicos como Arturo Pérez-Reverte, comprador muy activo, que hace honor a su personaje de El Club Dumas, personalidades como Javier Gómez Navarro, Enrique Múgica, Herrero de Miñón o la familia March; pero también profesores de universidad, letrados, notarios, empresarios..., figuras desconocidas para el gran público, todas masculinas, como el constructor Joaquín González Manzanares, el profesor Manuel Ruiz Luque, Javier Krahe —ingeniero y primo del artista del mismo nombre—, el consultor Luis Caruana o el abogado Javier Cerezo.

Personalidad. Cierto bibliófilo colocó en todos sus volúmenes la leyenda "Antes prefiero ser destruido o quemado, que dejado o prestado". Como cualquier comunidad, la bibliófila comparte unas reglas y unas leyes no escritas. La envidia sana y los celos están a la orden del día, hasta el punto de llamarse entre ellos para comunicar un nuevo hallazgo. Nunca presumen ni fanfarronean ante los profanos y jamás revelan el precio de su última adquisición si no se trata de una ganga. Parte del disfrute estriba en poseer una pieza que otro bibliófilo desea. "Tenerla en casa, tocarla, olerla, mirarla, disfrutarla como una joya. Y si, además de bella, el tema es interesante, se disfruta muchísimo más", afirma Luis Caruana, economista valenciano, uno de los más apasionados coleccionistas actuales, quien asegura que, sin duda, "hay placer en leer a Bocaccio, a Petrarca o a Séneca en las primeras ediciones castellanas del siglo XVI, impresas en tipografía gótica". Quizá por ello, el periodista franquista César González Ruano anotó en su Diario íntimo: "Los libros se huelen y, aparte de esto, pueden o no leerse luego".

Jamás se compra un libro sin conocer su precio y estudiarlo antes; sin revisar hoja por hoja, en busca de lo extraordinario; sin comprobar que estén todas las páginas, que pueden estar planchadas, solapadas o falsificadas. El valor de un libro depende de muchos factores; para empezar, de su estado de conservación y de la cadena de anteriores propietarios. Gracias a un ex libris, a una dedicatoria o a un escudo de armas impreso, se sabe que estuvo, por ejemplo, en manos de reyes como Carlos III o Carlos IV. Incluso si llevan la marca de un gran bibliófilo que marcó una época, como Salvá o el marqués de la Cortina, es una prueba irrefutable de que el fetichismo no distingue entre objetos coleccionables, aunque, en el caso de los libros, es un fenómeno más común fuera que dentro de España.

Un bibliófilo que se precie contará en su biblioteca con los cuatro tomos de la edición de El Quijote de 1780, el más bello de todos los impresos; el Salustio (1784) —como el anterior, salido de la imprenta de Ibarra—, y la Historia de España del padre Mariana (1751). También es común que cada uno se especialice en una temática concreta —tauromaquia, cartografía, leyes, náutica, el gótico—, una época histórica o una zona geográfica e, incluso, un autor, ya que los hay que sólo coleccionan obras relacionadas con Shakespeare o Picasso impresas por Aldo Manuncio o la familia Elzevir.

Ni compran colecciones enteras, ni duplican ejemplares. Tampoco prestan sus libros y mantienen una relación de confianza con un limitado número de libreros. En sus estanterías, priman las rarezas y las obras que marcaron una época, como el Liber Chronicarum, primera gran empresa editorial del mundo, una historia de la Humanidad escrita por Hartmann Schedel, en Nuremberg en 1493, con 1.800 grabados; o la colección de atlas del mundo, Atlas Maior, del holandés Johanes Blaeu, del siglo XVI.

No todos, pero sí los más minuciosos, dedican horas a conservar sus libros, metiéndolos en bolsas para asfixiar a las polillas y protegiéndolos del sol y del aire. "Señora, hay un libro en el congelador, ¿qué hago?", recuerda Lola Narváez, esposa de Caruana, que le comentó una vez su asistenta. El frío es la fórmula ideal para acabar con los bibliófagos. Pero el enemigo número uno de los libros es la humedad —que se regula con un humidificador— y, tras ésta, la luz intensa y los insectos, que surgen con la quietud o el abandono y la oscuridad.

Mercado. Raro es que un gran coleccionista adquiera una obra fuera de una subasta, una testamentaría o el medio centenar de anticuarios que hay en España. Atrás quedan los años en los que el Rastro o la Cuesta de Moyano, en Madrid, eran fuente de tesoros ocultos. "El interés por el libro es local, pero los libreros acudimos a casas de subastas de todo el mundo para traerlos", señala Susana Bardón, que ha seguido los pasos de su padre. Sotheby’s, Christie’s, Pierre Bergé, El Remate..., los grandes subasteros ingleses, norteamericanos, franceses y españoles son los que ofrecen estas delicias para bibliófilos: obras impresas, manuscritos, códices, pliegos...

Pero en esta canalización del mercado del libro influyen también la necesaria transparencia y la legalidad de las adquisiciones. Los fraudes no son comunes pero existen. Hace dos años, la Guardia Civil recuperó 249 libros impresos entre 1450 y 1800 —12 de ellos incunables, es decir, impresos antes de 1501, en los primeros 50 años desde la invención de la imprenta—, supuestamente sustraídos del Seminario de Cuenca. La mayoría de ellos habían sido comprados en la casa de subastas madrileña Durán y estaban ya en las vitrinas de sus honestos compradores, ajenos al supuesto hurto. Una de las obras, Grandezas de la Monarquía Española, editada en el siglo XVI y adquirida por el PSOE, había sido entregada como regalo al Príncipe Felipe con motivo de su boda. Tras el enlace, el grupo político, abochornado, tuvo que solicitar a la Casa Real la devolución de la valiosa pieza para entregarla a la Guardia Civil, que aún la retiene en su poder.

Los libreros afirman que de seis años a esta parte, la carestía de libros ha elevado notablemente su precio. "Los precios no tienen nada que ver con los de hace 10 años", afirma Javier Gómez Navarro, el principal coleccionista español de libros sobre viajes. Internet contribuye a igualar los precios entre los países mientras que el año Quijote, celebrado en 2005, revitalizó el sector y lo abrió más allá del ámbito del coleccionismo. "El año pasado compramos tres colecciones cervantinas", señala Bardón.

Un manuscrito perdido de una fuga de Ludwig van Beethoven — descubierta hace más de un siglo— se vendió en Londres, hará unos tres años, por 1,47 millones de euros. En París, la casa de subastas Pierre Bergé remató en 520.000 euros una carta impresa que informa de la llegada de Colón a España. Una primera edición impresa de Los Caprichos, la primera serie de grabados de Goya, se vendió en París por 320.000 euros. Queda claro que la pasión de coleccionista es cara, de ahí que, irónicamente, algunos bibliófilos afirmen que la fiebre del libro no dura eternamente.


Javier Gómez Navarro

La juez

Por Fernando Savater

Fuente: El País

1/7/2016


Laurence Le Vert (Neuilly, 1951)



· El final de la actividad criminal se debió a quienes resistieron cívicamente y a los que persiguieron y castigaron a los terroristas

¿Por qué ha cesado ETA en sus acciones violentas, aunque todavía remolonee en entregar las armas y admitir su disolución? Algunos, interesadamente, tratan de vender esta renuncia forzosa como una madura decisión de los terroristas y sus servicios auxiliares a favor de las vías políticas, cuyo normal ejercicio democrático han impedido tantos años. Reconocen a petición de parte el daño causado, en lo cual podemos creerles sin esfuerzo porque causarlo era precisamente el objetivo de sus fechorías. Pero no se arrepienten de ellas porque respondieron a una necesidad revolucionaria, según su visión histórica de la Transición y la democracia española elogiada en su día por Pablo Iglesias, que siguen manteniendo y pretenden convertir en crónica oficial de lo sucedido. Ahora toca continuar la guerra por otros medios según enseñó el clásico.

La verdad sin embargo es que el final de la actividad criminal se debió a quienes resistieron cívicamente y a los que persiguieron y castigaron a los terroristas. Si todos hubiéramos sido como los predicadores del diálogo, hoy Otegi estaría ya a punto de jubilarse como lehendakari en vez de aspirar al cargo. Para acabar con la violencia fue decisiva, junto a la actuación de la Guardia Civil y otras fuerzas policiales, la de magistrados como la juez francesa Laurence Le Vert, que ahora se jubila tras veintiséis años de lucha legal implacable contra ETA. Fue discreta en lo personal, lo contrario de una figura mediática y glamurosa, pero supo más que nadie del entramado de la banda que estudió con severidad minuciosa. Sobre todo nunca se equivocó sobre su verdadera calaña, la de grupo mafioso que combatía contra las instituciones democráticas, no una romántica guerrilla de liberación. Ella sí que ha sido una mujer de paz, que merece gratitud y homenaje.